domingo, 8 de noviembre de 2009

La victoria según Victoria


"Por estos días, la Editorial Sur, en ocasión de su relanzamiento, publica Cartas de posguerra, libro que reúne las cartas que Victoria Ocampo les fue enviando a sus hermanas durante su visita a Europa en 1946. Sus impresiones sobre el posible avance del comunismo, el raro lujo de París, el juicio de Nuremberg, el racismo y otros temas aparecen aquí en clave de comentarios íntimos, un entre nos que integra sin respeto a las jerarquías: las críticas a la hotelería y las impresiones políticas.
Las cartas del pasado se burlan de la prolija disponibilidad del tiempo y cambian el curso de nuestra distracción. Mientras las leemos tenemos otra edad, estamos sentados en bancos de otras plazas, los años que atraviesan la primera lectura y la última dejaron que la vida, demasiado equívoca para explicar por carta, nos encuentre perdidos repitiendo párrafos ahora inolvidables y rogando en pleno insomnio que la madrugada nos descubra dormidos.
Las cartas del pasado confunden prioridades pero aclaran viejos temores. ¿Fueron escritas con amor o fingiéndolo? ¿Qué significó escribirlas? ¿Y recibirlas?
Las cartas del pasado, festín de biógrafos, aparecen siempre, aunque haya alguien que las queme en una fogata rugiente, como lo hizo Henry James en medio de su jardín de Lamb House, o Dickens, en Gad’s Hill y mientras lo hacían rogaban para cada una de las cartas que alguna vez escribieron estuvieran en esa pila de papel ardido pronta a ser cenizas.
Pero otras veces, las cartas se escriben para que el tiempo las lea: “Guardame las cartas en orden, son los únicos datos que guardo de mi viaje, y aunque son superficiales y casi puramente materiales, me servirán”, le pide Victoria Ocampo a una de sus hermanas en mayo de 1946. Sesenta y tres años después de aquel pedido, aquella correspondencia se convirtió en Cartas de posguerra, el libro de Victoria Ocampo elegido para el relanzamiento de la Editorial SUR.
Cartas y carton celeste
Las ochenta y tres cartas que componen este libro fueron escritas entre el 8 de marzo y el 17 de diciembre de 1946. Inéditas hasta hoy, forman parte del archivo de la Fundación SUR, creada por Victoria Ocampo en 1962. Apenas tres de ellas (numeradas en esta edición como las cartas 15, 60 y 82), fueron parcialmente publicadas en Cartas a Angélica y otros (Buenos Aires, 1997) y están al cuidado de la biblioteca de la Universidad de Princeton.
Escritas en tiempos en los que el papel escaseaba, en pliegos romaní o como esquelas hechas al pasar, con palabras en los huecos blancos de los márgenes, a veces sin el nombre del destinatario y muchas amparadas bajo el membrete de hoteles y compañías aéreas: Pan American Airways, The Shoreham, The Waldorf-Astoria, Claridge’s, estas cartas íntimas de Victoria Ocampo destinadas en su mayoría a sus hermanas Angélica y Pancha fueron escritas alternativamente tanto en castellano como en inglés y en francés. La edición mantiene el texto original acompañado obviamente por su traducción, hecha por Eduardo Paz Leston, hacedor también de las notas al pie.
“¿Recibes todas mis cartas? Como tengo que elegir entre escribir unas notas o escribir cartas y que he elegido esto último quisiera saberlo.” Pregunta V. O. con un “hasta mañana” desde Londres. Evidentemente estas cartas fraternales eran el diario íntimo, el cuaderno de viaje, el comentario ausente, el cuchicheo políglota que debía escucharse desde algún cuarto cuando eran las niñas de la casa. Que yo me acuerde y que mis hermanas lo sepan debió pensar la señora Ocampo cada vez que se sentaba a escribir en un banco de Hyde Park o en la “letrina” del Queen Mary. “Les escribo sentada en la letrina (está puesta la tapa, y la uso como asiento y escritorio) porque es el único sitio con puerta de que dispongo (y bendigo al cielo por este privilegio).”
Meses de vida escrita al resguardo de las hermanas menores (Angélica apenas un año menos y Pancha cuatro). Las palabras ensobradas vencían a los objetos, que, palpables para una, eran definitivamente impalpables para las dos destinatarias convertidas en administradoras y funcionarias de estirpe. Las hermanas Ocampo fueron las primeras eficientes tesoreras, las guardianas de un deseo femenino, de los estados de ánimo, de la amarga animosidad, de la depresión y del recelo. Una caja de cartón celeste en cuya tapa podía leerse en letra manuscrita, Cartas 1946, hizo el resto."

[…]

Marisa Avigliano

(http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-5286-2009-11-08.html)

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