domingo, 25 de septiembre de 2016

Victoria en la Academia

Querida Silvina:
Te agradezco tu carta. Has visto muy bien que este ingreso mío en la Academia es un paso que nos beneficiará a todas. Única y exclusivamente por esa razón he aceptado el nombramiento. No creo que tenga pasta académica.
En cuanto a lo que pensás sobre el feminismo, lo comprendo. Pero, ¿qué otro remedio queda frente a la realidad? Yo soy feminista. Contrariamente a lo que afirmás, no tengo la impresión de haber hecho por las Letras lo que he tratado de hacer por la mujer. La suerte de la mujer ha sido una preocupación continua en mi vida y si no lo he demostrado mejor, lo lamento.
Fui presidenta de la Unión Argentina de Mujeres. Hacia 1935 o 1936 arremetieron contra los pocos derechos obtenidos hasta esa fecha. Repetto, Tobal, Lafaille, Rivarola, Martínez Paz querían anular las poquísimas conquistas logradas. El nuevo panorama era pavoroso. En el papelucho cuya fotocopia te mando, lo verás. (…) Esta reforma regresiva del Código, ideada por un grupo de grandes señores de las leyes, fue combatida por unas cuantas mujeres: yo entre ellas, con todo ardor. Conseguimos anularla.
En esa época (1936 más o menos) llevaron presas a dos muchachas que vendían, en Florida, un folleto de protesta (moderada en sus términos) escrito por mí. Yo ya era viuda y no me metía en el berenjenal por razones personales. Hace de esto 40 años. Siempre he seguido protestando contra la infame ley de la patria potestad (no tengo hijos). La última vez que lo hice fue cuando la señora María Estela Martínez de Perón vetó la anulación de esa ley (ya votada). Durante el reinado de Evita (que se mofaba de las feministas y las ridiculizó en La razón de mi vida, y que impuso el voto femenino no por ser una medida justa, sino por motivos de conveniencia política) también protesté públicamente. Supongo que sabrás que pasé un mes en el Buen Pastor. Pero este reformatorio no me reformó.
Para mí hoy RIEN NE VA PLUS, como en la ruleta. No tengo ya nada que perder ni que ganar.
Me parece injusto que me acusés de no haber hecho por la mujer todo lo que hubiese podido hacer. Lo he hecho de acuerdo con mi manera de ver las cosas. Siento de veras haber fallado, si es que he fallado como vos decís. Pero no ha sido por falta de voluntad. Eso no.
Estoy segura de que has debido trabajar con tenacidad y ése es un mérito raro en las mujeres que no necesitan imponerse una disciplina porque la vida les ofrece otro tipo de facilidades.
A mí también me alegra el éxito de los demás y más aún si se trata de una mujer.
Gracias de nuevo por tu saludo y un abrazo.
                                                                                               
 Victoria
Carta de Victoria a su hermana
Silvina  Ocampo, 9 de septiembre
 1976, reproducida en La Nación,
Suplemento Cultura, domingo 21 de
 septiembre de 2003.






Victoria Ocampo. Criolla Gigantesca.
Protagonistas de la Cultura Argentina.
Aguilar. La Nación.  

Un poema de Gabriela a Victoria

Recado a Victoria Ocampo en La Argentina


Victoria, la costa a que me trajiste, 
tiene dulces los pastos y salobre el viento, 
el mar Atlántico como crin de potros 
y los ganados como el mar Atlántico. 
Y tu casa, Victoria, tiene alhucemas, 
y verídicos tiene hierro y maderas, 
conversación, lealtad y muros.
Albañil, plomero, vidriero, 
midieron sin compases, midieron mirándote, 
midieron, midieron... 
Y la casa, que es tu vaina, 
medio es tu madre, medio tu hija... 
Industria te hicieron de paz y sueño; 
puertas dieron para tu antojo; 
umbral tendieron a tus pies...
Yo no sé si es mejor fruta que pan 
y es el vino mejor que la leche en tu mesa. 
Tú decidiste ser “la terrestre”, 
y te sirve la Tierra de la mano a la mano, 
con espiga y horno, cepa y lagar.
La casa y el jardín cruzan los niños; 
ellos parten tus ojos yendo y viniendo; 
sus siete nombres llenan tu boca, 
los siete donaires sueltan tu risa 
y te enredas con ellos en hierbas locas 
o te caes con ellos pasando médanos.
Gracias por el sueño que me dio tu casa, 
que fue de vellón de lana merino; 
por cada copo de tu árbol de ceibo, 
por la mañana en que oí las torcazas; 
por tu ocurrencia de “fuente de pájaros”, 
por tanto verde en mis ojos heridos, 
y bocanada de sal en mi aliento: 
por tu paciencia para poetas 
de los cuarenta puntos cardinales...
Te quiero porque eres vasca 
y eres terca y apuntas lejos, 
a lo que viene y aún no llega; 
y porque te pareces a bustos naturales: 
a maíz que rebosa la América 
—rebosa mano, rebosa boca—, 
y a la Pampa que es de su viento 
y al alma hija del Dios tremendo...
Te digo adiòs y aquí te dejo, 
como te hallé, sentada en dunas. 
Te encargo tierras de la América, 
¡a ti tan ceiba y tan flamenco, 
y tan andina y tan fluvial 
y tan cascada cegadora 
y relámpago de la Pampa!
Guarda libre a tu Argentina 
el viento, el cielo y las trojes; 
libre la Cartilla, libre el rezo, 
libre el canto, libre el llanto, 
el pericón y la milonga, 
libre el lazo y el galope 
¡y el dolor y la dicha libres!
Por la Ley vieja de la Tierra; 
por lo que es, por lo que ha sido, 
por tu sangre y por la mía, 
¡por Martín Fierro y el gran Cuyano 
y por Nuestro Señor Jesucristo!

Gabriela MistralTala, 1938. 





Canción de las muchachas muertas

                                                              Recuerdo de mi sobrina Graciela.



¿Y las pobres muchachas muertas,
escamoteadas en abril,
las que asomáronse y hundiéronse
como en las olas el delfín?

¿A dónde fueron y se hallan,
encuclilladas por reír
o agazapadas esperando
voz de un amante que seguir?

¿Borrándose como dibujos
que Dios no quiso reteñir
o anegadas poquito a poco
como en sus fuentes un jardín?

A veces quieren en las aguas
ir componiendo su perfil,
y en las carnudas rosas-rosas
casi consiguen sonreír.

En los pastales acomodan
su talle y bulto de ceñir
y casi logran que una nube
les preste cuerpo por ardid;


Casi se juntan las deshechas;
casi llegan al sol feliz;
casi reniegan su camino
recordando que eran de aquí;

Casi deshacen su traición
y van llegando a su redil.
¡Y casi vemos en la tarde
el divino millón venir!


Gabriela MistralTala.