"A 21 años de la muerte de la gran pintora argentina Raquel Forner, la exposición Ni ver Ni oír Ni hablar, que hasta el 30 de noviembre se puede visitar en la galería Jacques Martínez, recupera no sólo gran parte de su obra, sino su simbología. La búsqueda del sentido humanista aun cuando ésta implique librarse de los sentidos, tan engañosos a veces.
Una vez Raquel Forner (1902-1988) vociferó algo así: que si pudiera describir con palabras todas esas ideas que deseaba transmitir al desplegar pintura sobre tela, se hubiese dedicado a las letras. Una suerte que no haya querido ni haya sabido explicarse a sí misma, de lo contrario, habría negado una obra plástica tan contundente y personal que no tiene nada que envidiarle a un Berni, un Xul Solar, o a un Pettoruti –excepto su visibilidad y reconocimiento actuales–. Ni ver Ni oír Ni hablar es la muestra que expone por estos días, en la galería Jacques Martínez una selección de sus obras para homenajear a esta mujer-hito del arte argentino, a veintiún años de su muerte.
LA MUJER PINTOR
Raquel Forner descubrió la vocación que abrazaría por el resto de su vida a la más tierna edad. La pubertad la sorprende en España realizado un viaje en compañía de su padre y hermana para visitar a miembros de la familia oriundos de la zona, y es en tierras ibéricas que toma la decisión de dedicarse, de allí en adelante, a las artes plásticas. Se recibe de profesora de dibujo en 1922 en
La pintora y escultora supo cosechar un currículum kilométrico: entre tantos otros honores recibió
Rehuía del calificativo de “pintora” –que en esa época tenía más que ver con el target del ama de casa abocada a la pintura decorativa y los arreglos florales que con el suyo– para ponerse a la par de cualquier “pintor”. Abogaba por la renovación del discurso artístico en
ELLA Y SUS ISMOS
Cultivó el interés por todos los ismos (se paseó desde el realismo, hasta el expresionismo, y hasta tuvo un romance fugaz con el surrealismo). Tanto, que se la puede considerar como una de las impulsoras del modernismo en pintura por estos lares, durante las efervescentes décadas del 20 y del 30. Prueba de ello fue su participación en el Grupo de Florida –todos, vinculados a la célebre revista Martín Fierro, fundada en febrero de 1924, se reunían en el famoso bar de Florida y Tucumán, de ahí el nombre–. En esa época compartió inquietudes con Oliverio Girondo, José Luis y Norah Borges, Lino Enea Spilimbergo, Raúl González Tuñón, Juan Del Prete, Leopoldo Marechal, Antonio Berni y otras figuras de igual talante de las artes y las letras. Girondo codirigió la publicación durante largo trecho y lanzó un manifiesto irrespetuoso y digno de su pluma donde clamaba los objetivos de la agrupación: “Frente a la impermeabilidad hipopotámica del honorable público. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático que momifica cuanto toca, Martín Fierro sabe que todo es nuevo bajo el sol, si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo”.
La polémica es vox pópuli: el Grupo de Florida –preocupado por la experimentación vanguardista y las novedades estéticas– sacaba chispas con su archienemigo, el Grupo de Boedo –paladín de la literatura popular y el compromiso político–. Menos sabido es, sin embargo, que partidarios de ambos grupos saltaban de un bando al otro sin tantos miramientos. Muchos aseguran haber escuchado al mismísimo Borges confesar, entre risas, que el supuesto antagonismo no era más que un chascarrillo. La carga política y testimonial de las pinturas de
LA SIMBOLOGIA FORNER
Esta muestra, que ha trocado la (típica) organización cronológica por otra más osada, intenta echar luz sobre la profunda simbología de sus obras. El criterio curatorial fue prestar atención a los signos en los que la artista insistió durante 50 años (la muestra lanza una mirada retrospectiva sobre su obra que comienza en los años ’30 y termina con los últimos trabajos, que Forner realizó en los ’80). No es usual que críticos, teóricos y curadores centren su interés en elementos del contenido temático cuando se trata de abordar la obra de artistas de su talla. Las divas de los criterios curatoriales, la mayoría de las veces, son las cuestiones formales, la evolución de un estilo personal, etc. Pero el de Ni ver Ni oír Ni hablar es un planteo diferente: la galería Jacques Martínez y
Forner dice haberse convertido en pin-to-ra con todas las letras, recién a partir de la década del 30: “Yo comencé a pintar realmente cuando estalló la guerra en España. La tragedia material y espiritual comenzó en España para desparramarse luego por el mundo”, le confesó al crítico Córdova Iturburu, en 1944. Conmovida por las sanguinarias consecuencias de
La metáfora continúa colándose a lo largo de las décadas. En etapas más ligadas al expresionismo, los gestos reaparecen. Forner se concentra en los temas en boga que por ese entonces ocupaban la atención de los hombres: la conquista del espacio. De esta época son obras como Astronautas con terráqueos televisados (1972) o Etapas espacio temporales (1978). En Todos somos testigos (1969) pone sobre el tapete las cuatro razas humanas (representadas por cuatro colores: amarillo, negro, blanco y rojo). Forner insiste, testaruda, con la temática de los sentidos vedados; todos los hombres representados en el tríptico –tonalidades aparte– se reducen a dos tipos: los que permanecen con los ojos abiertos, que parecen estar más conectados con aquello que los rodea, y aquellos que cierran los ojos porque no pueden/quieren ver a su alrededor.
Forner fue siempre bastante reacia a enrolarse en una línea partidaria. Quizás le siente mejor el rótulo de humanista. Sus cuadros son mapa del dolor y sus personajes corporizan seres monstruosos y alienados, testigos y hacedores –a la vez– de las bajezas de nuestra especie. En su obra alzó la voz, a lo largo de cinco décadas, para denunciar los conflictos bélicos –
Por Dolores Curia
Ni ver Ni oír Ni hablar de Raquel Forner podrá verse hasta el 30 de noviembre en la galería Jacques Martínez (Avenida de Mayo 1130, 4to G). Más información en www.galeriajacquesmartinez.com
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-5302-2009-11-16.html
Cuadro: Raquel Forner. La victoria, 1939, óleo s/tela, 140 x
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