martes, 19 de febrero de 2013

Los desastres de Sofía, de Clarice Lispector


 “…Para mi súbita tortura, sin desviar los ojos de mí, fue quitándose lentamente las gafas. Y me miró con ojos desnudos que tenían muchas pestañas. Yo nunca había visto sus ojos, que con las innumerables pestañas parecían dos blandas cucarachas. Me miraba. Y no supe cómo existir frente a un hombre. Disimulé mirando el techo, el piso, las paredes, y mantenía la mano todavía extendida, porque no sabía cómo replegarla. Él me miraba manso, curioso, con los ojos despeinados como si se hubiera despertado. ¿Iría a aplastarme con mano inesperada? O exigir que me arrodillase y pidiera perdón. Mi hilo de esperanza era que él no supiese lo que le había hecho, así como yo misma ya no lo sabía, en verdad nunca lo había sabido….” 


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