miércoles, 3 de agosto de 2011

De la mujer ancestral a la transgresora

La psicóloga Liliana Mizrahi, trabaja sobre la culpa impuesta por la sociedad a las mujeres que desafían la imposición cultural de ser madres bajo cualquier circunstancia.

Cambió el turno a una paciente y dispuso su porteño consultorio de Belgrano para la entrevista. “¡Aquí esta la prueba de galera!”, exclama, enfática, Liliana Mizrahi mostrando la tapa de su último libro a punto de entrar a imprenta: Mujeres libres y crímenes sociales.
Sobre este trabajo, seguramente 
polémico como todos los anteriores, y los temas que la empecinan escribe Mizrahi.


–En la década de 1980 a mane­­ra de prólogo de su libro “La mujer transgresora”, su colega Tato Pavlovs­ky dijo que usted “escribe a través de sus cicatrices”. ¿Lo sigue haciendo?

Ya no escribo desde las cicatrices porque tengo muchas menos heridas, escribo desde la experiencia y el deseo de que las mujeres tengamos libertad para decidir sobre nuestros cuerpos.

–Todos sus libros de ensayos (y también los de poemas) tienen a la mujer cómo protagonista. ¿Hoy persistiría la crisis entre la mujer “ancestral” y la “transgresora”?
La mujer ancestral es la mujer del patriarcado, obediente, sumisa, secundaria, silenciosa, aislada del mundo público. La mujer transgresora es la que desacata esos mandatos de no-crecimiento. Levanta la voz, desarrolla su pensamiento, transgrede para crear espacios nuevos. Recrea. Esa tensión entre ambos aspectos existe porque ese conflicto es el motor de los cambios y transformaciones que las mujeres hacemos.

–A través de otros escritos, en particular “Mujeres en plena revuelta”, prevé una gran movilidad en la conciencia femenina. ¿Estamos ante esos cambios?
Estoy convencida de que hay una gran movilización en muchísimas mujeres. Algunas tienen o se autoimponen un techo para crecer, otras no. Hay más referentes mujeres para identificarse con conductas de libertad. Hay reconocimiento de los pactos de no-crecimiento y rupturas. Hay una mayor y más profunda conciencia de género. Hay menos mujeres dispuestas a someterse o callarse.

–Acaba de lanzar un libro por internet llamado: “Mujeres libres y crímenes sociales”, donde se cuestiona entre otras temáticas la maternidad como algo “natural”. ¿No querer ser madre es una gran transgresión?
No querer ser madre, en una cultura patriarcal, muestra que esa mujer “no está bien de la cabeza”. Esa decisión es un deseo condenado, un estigma, una mala mujer, una mujer desnaturalizada, una mujer sin sentimientos. Esto promueve la creencia que la maternidad es obligatoria y no lo es, ni podría serlo. El cuerpo de la mujer está preparado para gestar, eso es natural en tanto propio de la naturaleza, no quiere decir que si no quiere gestar deba hacerlo. No creo que lo haga. Las mujeres tenemos el derecho de decidir nuestras maternidades. No nos reconocen ese derecho todavía.

–¿Pero qué pasa con las mujeres que no quieren ser madres? ¿Hay mucha culpa en elegir?
Sí, hay culpa, en mayor o menor grado. Depende de qué mujer estamos hablando. Una mujer de conciencia evolucionada, dueña de sí misma, con otros proyectos para su vida donde la maternidad no cuenta, se sabe responsable de una decisión importante, no siente lo mismo que una mujer con un coro griego que la mira y la acusa y la condena por ese mismo deseo.

–¿Por qué percibe que hay poca implicancia masculina en el debate sobre la despenalización del aborto?
El tema del aborto siempre se entendió como “cosas de mujeres”. La poca implicancia masculina en “cuestiones de mujeres” es tradicional y habla de los varones, que por otro lado, parece que están empezando a evolucionar. Esta lucha no es contra la maternidad ni contra la vida, ni contra la familia, es una lucha para tener libertad para decidir.

–Otra de sus aseveraciones es: 
“Esta cultura mata de muchas maneras”.
Sí, creo eso. Esta cultura mata a través de políticas económicas que matan más lentamente, pero matan igual. Se mata de muchas maneras: excluyendo al individuo del mercado laboral, discriminándolo, dejando a generaciones carentes de educación, instrumentos para pensar y trabajar, una educación que lo socialice y lo integre. Se puede matar por hambre, por frío, por extrema soledad y abandono, por falta de cuidados médicos. Porque los chicos están en la calle. Hay mucha gente muerta caminando por la calle. Llamo muerta a esa persona incapaz de cambiar, transformarse, conocerse, evolucionar. Se mata con una botellita de alcohol y un fósforo. Con una aguja de tejer o un tallo de perejil. ¿Acaso no comemos cadáveres a menudo?

–Ante una realidad que muchas mujeres perciben injusta ¿es mejor adaptarse u oponerse?
Si una realidad es injusta, adaptarse es sobreadaptarse, es decir adecuarse a lo inadecuado. Aguantar, soportar. En este tema las mujeres damos cátedra. Es al revés: se trata de aprender a no sobreadaptarse, no adecuarse a lo inadecuado. No naturalizar la injusticia. No soportar lo insoportable. Creo que es mejor poner límites, oponerse, resistir, levantar la voz y entre muchas el griterío va a ser tal que nos van a escuchar. Por eso hablo de los temas que de los que se suponen no debemos hablar. Y es al revés, hay que hablar de la trata de personas, de la descriminalización del aborto, de la libertad para decidir, de la pedofilia, de la Iglesia, de la violación en familia.

–¿Cuál es su opinión acerca del porqué de la abrumadora cifra de “feminicidios”? ¿Se producen más que en épocas pasadas o tienen más visibilidad?
- Es grande la violencia entre varones y mujeres y ese también es un tema de debate. Muchas mujeres no reconocen la violencia como violencia, no entienden el insulto como insulto, necesitamos poder pensar esa realidad. Falta prevención primaria, incluir en las materias escolares estos temas. No es difícil matar una mujer, no tenemos la fuerza muscular de un varón, pero lo importante es que las mujeres se quedan ahí donde las maltratan hasta que las matan.

–En el capitulo final de “Mujeres libres y crímenes sociales” involucra a la Iglesia, ¿usted dice que el mundo ha cambiado y la Iglesia no acompaña ese cambio?
La Iglesia está petrificada en el tiempo y lamentablemente tiene poder sobre muchas cabezas acríticas. Pobre Jesús, nunca imaginó esto y estaría bien triste si viera lo que sucede: cómo la Iglesia está detenida y no evoluciona con el tiempo con lo cual deja de acompañar y ayudar a muchas personas. Al estar detenida en el tiempo, está ausente de las realidades que no quiere ver o no quiere asumir como responsabilidad. La sexualidad de los jóvenes es su responsabilidad y sin embargo le falta “sentido común”, una conciencia más humanizada acerca de la realidad de estos tiempos. Me parece que las mitras doradas no tienen un pensamiento inteligente, tienen un pensamiento dogmático, cristalizado y que no es bueno para la gente salvo para los creyentes de mentiras patriarca­­­-
les. Pobre Jesús ¿qué le diría a los sacerdotes pedófilos y mentirosos, y a 
los que bendijeron armas o los que le dieron la comunión a genocidas, a los que calmaron la conciencia de los pilotos de los vuelos de la muerte? Pobre Jesús. La iglesia católica crucifica a Jesús para defender su dogmatismo anacrónico.

Por Bibiana Fulchieri

Fuente:

http://www.lavoz.com.ar/suplementos/temas/mujer-ancestral-transgresora


El libro está en internet:

http://vamosacambiarelmundo.org/wp-content/uploads/2011/06/Aborto.pdf




5 comentarios:

  1. excelente la nota.
    hace poco vi en la calle un grafitti que decía: si los hombres fuesen quienes se embarazan, el aborto sería legal.

    coincido plenamente, que el tema en cuestión no es la maternidad sí o la maternidad no, sino, el derecho que tenemos que tener las mujeres de decidir sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas. Y no solo en referencia a la legalidad del aborto, que es fundamental para decriminalizar un tema que debería ser natural, sino también desde lo social.
    Por un lado, erradicar el concepto de que una mujer se completa con un hijo, pero a la vez, modificar la imagen cultural que cuando una mujer es madre, relega su rol de sujeto para ser sujeto de los otros (hijo y pareja) porque no necesariamente es asi.

    ser madre es una decisión personal y el cómo serlo también. Los mandatos patriarcales, quedan viejos a la vida actual de la mujer de hoy.

    besos.

    Lila

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  2. Buenísima la entrada, compañera. Creo que la entrevistada está en lo cierto. Es notorio cómo se demoniza al aborto y como se acatan los criterios religiosos. A mí la Iglesia no me gusta desde que no hay sacerdotas, sino sacerdotes. Ya desde ahí, me disgusta.
    Pero otra cosa digna de tener en cuenta como impulsora de esa violencia de género, es la televisión. La misoginia que hay en nuestra tele y la confusión entre sexo libre y mujer-objeto son abrumadoras. No hace falta decirte en qué programas se maltrata más a la mujer y se la insulta de mil maneras distintas.

    Un beso

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  3. a veces me quedo afuera de la problematica

    :S

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  4. Lila Biscia:
    Ví también el graffiti que decís, y salió una nota en Página 12 hace unos días, donde un médico (un hombre, nada menos) se refería a lo mismo. Y decía que la gente que tiene que hacer cumplir la ley, como los abortos no punibles, no la hacen cumplir porque ellos tienen acceso económico (pueden acceder a un aborto en una clínica privada y pasan de forma anónima), porque si tuvieran que acudir a un Hospital Público como las mujeres más pobres y más vulnerables harían cumplir la ley.
    Coincido en todo lo que decís, y subrayo que hay que erradicar el concepto de que una mujer se completa como tal cuando se es madre.

    Besos!

    NoeliaA: Si, tal cual. Hay que erradicar la violencia de género en todos lados, empezando por la televisión, que tratan a la mujer como un objeto.

    ALA_STRANGE: No te tenes que quedar afuera, aunque este blog sea de mujeres, hay temas que involucran tanto a hombres como a mujeres, y a toda la sociedad en su conjunto. Hay que tratar de cambiar está sociedad patriarcal por una mejor y construir, entre todos, una más igualitaria. Y está bueno que los hombres se involucren, lean, se interioricen, y ¿por qué no? peleen por nuestros derechos también.

    Un abrazo!

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