lunes, 28 de diciembre de 2009

El programa político de una vanguardista prudente

"Elvira López, junto a su hermana Ernestina, fue de la primera promoción en obtener el título de doctora en Filosofía desde la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires a principio de siglo. Lo hizo con una tesis doctoral, en 1901, titulada El movimiento feminista. Primeros trazos del feminismo en Argentina, que acaba de ser editada por primera vez por la Biblioteca Nacional. Este texto permite encontrar en Elvira López la figura de una vanguardista prudente, porque puede leerse como un programa político de anticipación a la vez que como el trazo de un límite inaugural a las posibilidades del feminismo en nuestro país.
1.

La tesis de Elvira López debe inscribirse en un itinerario también de vanguardia. López participó en 1900 de la creación del Consejo Nacional de Mujeres, y más tarde en el comité editorial de la revista de dicha institución. En 1906 ambas hermanas –hijas del pintor Cándido López– se suman al Centro Feminista, dirigido por una amiga de ellas, Elvira Rawson de Dellepiane, y conformado por otros nombres pioneros: Julieta Lanteri, Sara Justo, Alicia Moreau, Petrona Eyle, entre otras. Ellas elaboraron un petitorio sobre derechos para la mujer dirigido a la Cámara de Diputados, que fue presentado en 1911 por Alfredo Palacios y constituyó la base de lo que, quince años después, se aprobó como Ley de Derechos Civiles. En 1902, López, también con Rawson, fundó la Asociación de Mujeres Universitarias. Institución que impulsó en 1910 el Primer Congreso Femenino en Buenos Aires y que tuvo a las hermanas López como activistas.
2.

Volvamos a la lectura de El movimiento feminista. Primeros trazos del feminismo en Argentina. Sus advertencias, como corresponde, saltan en los primeros renglones, dan el tono de las páginas iniciales: buscan objetar la “utopía ridícula” de cierto feminismo que la autora evoca de manera irónica. Imaginemos que López prepara estas páginas con astucia táctica, con mesura argumentativa, para un jurado de varones que la examinará doblemente; por el tema: es la primera tesis sobre feminismo escrita en Argentina y en América del Sur; y por ser una de las primeras mujeres egresadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. No es, como suele creerse en el recuento vulgar de las diferencias, que éstas se suman, como si fueran agravantes lineales de una condición de minoría. Más bien, es su composición la que genera una nueva superficie desde la cual pensar.

Las precauciones no son vanas: debe pasar por tres mesas examinatorias tras ser desaprobada en el primer intento. Su propósito es despejar malentendidos, del mismo modo en que se intentan desacreditar unos rumores que, aunque absurdos, han ganado fuerza de verdad por su circulación. Por eso la tarea es desmentir que el feminismo “se propusiera nada menos que invertir las leyes naturales o realizar la monstruosa creación de un tercer sexo” (el destacado es nuestro). Ante estas palabras, no podemos sino sorprendernos por el efecto que causan leídas en su reverso: ¡casi un siglo de anticipación temática y de vocabulario! De modo que vale la pena leer los reparos de López respecto del feminismo radical contra ellos mismos. O directamente leerla a ella en contra de sí misma.
3.

Desde hace varios años las filosofías y militancias feministas se han apropiado de la teratología: la narrativa de lo monstruoso como un saber de lo anómalo del cual partir, porque se lo tiene a mano, porque es propio. Como materialidad de una experiencia vivida de la cual destilar premisas teóricas, hacer proyecciones experienciales y vaticinar nuevos modos de vida. Haciendo de las exclusiones padecidas una condición epistemológica privilegiada y aprovechando las deformidades, lo raro (lo queer), para afilar una hermenéutica de la sospecha. Procedimiento estrictamente maquiaveliano: hacer de la debilidad, virtud. Y apostar así a una dramatización libidinal del concepto.

En esta perspectiva, la “creación monstruosa de un tercer sexo” –como ya vimos: invocada fantasmáticamente a principios del siglo pasado en esta tesis– es el nombre preciso que ha tomado, décadas después, la fuga de los binarismos simétricos, el hartazgo frente a los pendulares escarceos entre naturaleza y cultura y las grillas de una dialéctica estrecha entre femenino y masculino. Pero, por entonces, la académica argentina insiste en desacreditar un feminismo que anhelara “la transformación de la mujer en un ente anómalo, apartado de los fines para los que ha sido creada”. De nuevo: se trata de conjurar la anomalía. De aseverar que la mujer no subvertirá la comunidad.

Sin embargo, la anomalía ha prosperado. Como imagen que las perspectivas más radicales del pensamiento de posgénero han discutido –con nombres que van desde lo cyborg hasta lo poshumano– para nombrar ciertas aspiraciones y experiencias, como impulso de creación de otros sexos; sea un tercero, sea uno polimorfo. En todo caso: como un devenir-anómalo del deseo que obliga a redefinir la idea misma de comunidad.

Parte de ese desvío es el que, a la fuerza, ha logrado distinguir políticamente entre sexualidad y reproducción, argumentar que las viviendas son nuestras fábricas, y así desentrañar el patriarcado del salario y la devaluación del trabajo doméstico, promoviendo en el feminismo justamente aquello que López aseguraba, a quienes le temían, que no pretendía: “un ataque al orden social y a la religión”.
4.

El programa de derechos que esta tesista asume y defiende –donde el maternalismo como destino juega un papel decisivo– supone un límite político: la desestimación del derecho al voto femenino. Su argumento es que la mujer “...cuando desea lanzarse a la arena ardiente de las luchas políticas y escalar los puestos que las debilidades de su sexo y de su misión maternal le vedarán siempre, nos parece ridícula y nos inspira tanta compasión como aquellos que empleando un lenguaje y modales harto libres, creyendo dar muestras de independencia y de superioridad de espíritu, sin comprender que sólo consiguen convertirse en seres anómalos y repugnantes”. López ya lo advierte claramente: la conversión anómala es corolario de la lucha política.
5.

Entonces, ¿quién habla en esta tesis sobre el movimiento feminista? La posición enunciativa de la autora elude la primera persona, justamente una de las conquistas teóricas de las feministas. Sin embargo, podemos volver a la idea de pensar la táctica de la tesista frente al jurado: una de las funciones retóricas de este tipo de textos académicos es deponer la primera persona. Aparece un nosotros de otro tipo. Así podemos entender que López diga, hablando de las feministas: “Ellas son sinceras y merecen nuestra consideración” (destacado nuestro). ¿La consideración de quién? ¿De la comunidad académica-científica? Seguramente. Es también el lugar que le permite discriminar entre las “fanáticas” y las “sinceras”. Y situarse en un tono que, a la vez que condena a las mujeres que pretenden “parodiar” o “igualarse” a los hombres, justifica su presencia pública como “contrapeso al hombre, harto innovador y revolucionario”. El progreso es la síntesis o “armonía” que permitirá combinar moderación femenina e intrepidez masculina.
6.

La afinidad de las mujeres con las políticas sociales y de cuidado de los otros no se le escapa a López, que analiza las tempranas inclusiones institucionales de las mujeres en Inglaterra como poor laws guardians: encargadas de hospicios, hospitales y sociedades de beneficencia. Lo mismo respecto de su inserción en la administración colonial: “Su espíritu conciliador, el arte innato de persuadir, característico de su sexo, han servido allí (las Indias inglesas: de Birmania al Congo) para secundar la acción conquistadora, y el éxito que Inglaterra ha obtenido lo debe en parte a las mujeres”. La feminización de las funciones que López pone de relieve tiene un marcado funcionalismo pacificador –en términos sociales y coloniales– y consolidan parte de su argumentación hacia un feminismo filantrópico y moralizante.

En todo este recorrido, la cuestión de la educación (de la pedagogía a la higiene) será fundamental para ser “buenas esposas”, “buenas madres”. Y López lo plantea en este sentido, sentando precedente: “La mujer es naturalmente débil, la instrucción es quién debe darle fuerzas; el ejército de las pecadoras se recluta entre las más ignorantes, pues en uno como en otro sexo, es muy raro que a una superior cultura no vaya unida una moralidad también mayor”. Se trata de un feminismo de mujeres ilustradas, contra la frivolidad (efecto de la pura ociosidad) y la ignorancia. Es la tonalidad argumentativa y afectiva que caracteriza a las primeras feministas argentinas, en su casi totalidad letradas de clase media: confianza en el progreso unida al ideal ilustrado; creencia en la ciencia que fusiona socialismo y positivismo; confirmación del maternalismo como ideología natural de lo femenino.
7.

¿Y cuál es la situación de la mujer en Argentina? “Aquí el feminismo se manifiesta más que todo en el sentido económico; la mujer que concurre a las universidades y demás establecimientos de educación, lo hace sólo buscando un título con que hacer frente a la miseria y trabaja para labrarse una posición independiente en el ancho campo de actividad que nuestras generosas leyes le ofrecen. Las palabras emancipación y reivindicaciones femeninas, igualdad de sexos ante la legislación, etc., que el feminismo europeo pronuncia a cada paso, no tienen significado para ella.” Optimista, López, respecto de la legislación; y también respecto de la migración europea de varones “que contribuyen a la transformación de la raza” al unirse con las argentinas. Aclara, además, que la raza negra y asiática, así como la indígena, son un porcentaje ínfimo en la nación: “Esto es bueno recordarlo ya que no faltan, aun en Europa, quienes crean que indio y argentino son una misma cosa”. De estas afirmaciones, López concluye entonces “que el tipo de la mujer argentina está aún en formación”. Pero, evidentemente, excluye cualquier posible contaminación de la cultura indígena, negra o asiática. La propuesta feminista es de superación intelectual y económica de las mujeres, en paralelo a un ideal de depuración racial.
8.

¿Qué será la mujer nueva? Se lo pregunta López, retomando la pregunta del feminismo internacional, y se considera una testigo de la mujer de su época como un “tipo en transición”. Ella quiere, en todo caso, que la mujer del porvenir conserve “algo de esas antiguas matronas que veneran nuestros hogares” y algo de las “bienaventuradas” bíblicas alabadas por sus hijos y esposos. Sobre estas imágenes, traza los límites proyectivos e interpretativos del feminismo y asegura: “...el movimiento feminista no pretende apartar a la mujer de sus naturales funciones; cuando habla de emancipación debe entenderse que lo que quiere es sacarla de la ignorancia que la esclaviza, y que si la palabra reivindicación está inscripta en sus banderas, ella no es atentatoria para el hogar ni para la sociedad”. Vemos, espiralado, repetirse el movimiento de todo el texto (por cierto, dedicado a su madre): Elvira López introduce el término feminismo en Argentina y, al mismo tiempo, se propone como una cauta traductora. Le pone límites precisos, ofrece una exégesis tranquilizadora. Y, finalmente, lo confina al mismo tiempo que lo proyecta a una idea iluminista y progresista, confiada en la fuerza civilizatoria de la historia."

Por Veronica Gago

En partes, este texto pertenece al prólogo del libro El movimiento feminista. Primeros trazos del feminismo en Argentina.



Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-5399-2009-12-28.html

martes, 22 de diciembre de 2009

Envejecer

Envejecer también es cruzar un mar de humillaciones cada día;
es mirar a la víctima de lejos, con una perspectiva
que en lugar de disminuir los detalles los agranda.
Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida.
Envejecer transforma a una víctima en victimario.

Siempre pensé que las edades son todas crueles,
y que se compensan o tendrían que compensarse
las unas con las otras. ¿De qué me sirvió pensar de este modo?
Espero una revelación. ¿Por qué será que un árbol
embellece envejeciendo? Y un hombre espera redimirse
sólo con los despojos de la juventud.

Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios,
una suerte de acrobacia que es un peligro para el corazón.
Todo disfraz repugna al que lo lleva. La vejez
es un disfraz con aditamentos inútiles.
Si los viejos parecen disfrazados, los niños también.
Esas edades carecen de naturalidad. Nadie acepta
ser viejo porque nadie sabe serlo,
como un árbol o como una piedra preciosa.

Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas.
No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente.
Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar,
porque todo lo que hago lo hago doblemente.
El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece
que lo que quedó atrás tiene más realidad
para reducir el presente a un interesante precipicio.

Silvina Ocampo




Pequeña biografía:

Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1903.
Desde pequeña estudió pintura y mostró inclinación por la poesía, gracias a la marcada tradición cultural
de su familia y a la trayectoria de su hermana Victoria Ocampo quien la vinculó al mundo literario.
Por conducto de Jorge Luis Borges con quien la unió una gran amistad, conoció a su marido, el escritor
Adolfo Bioy Casares.

Murió en Buenos Aires en 1994.



Fuente: http://amediavoz.com/

jueves, 10 de diciembre de 2009

El drama en tiempo presente

La ópera prima de ficción de Zbanic hace eje en la relación entre madre e hija, marcadas por una historia trágica de violación e impunidad. La directora toma distancia del horror, convirtiendo el desgarro en objeto de ficción autónomo.

En una de las primeras escenas de Grbavica, que en Argentina se estrena –sólo en formato DVD– con el título de Sarajevo, mi amor, la protagonista se pone a jugar un juego un poco bruto con su hija. Se corren por el departamento, gritan, forcejean. La chica logra dominarla como un catcher, la espalda contra el piso, agarrándola por los brazos. En ese momento el juego se vuelve para la mujer tortura intolerable y pide a gritos que la suelte. No se entiende bien qué le pasa. Pero algo le pasa, porque no es la única ocasión en que reacciona de manera aparentemente loca. La reconstrucción de eso que le sucede a Esma, que reconoce como origen una conmoción largamente soterrada, es el tema, la mecánica y hasta la forma de Sarajevo, mi amor.

Nacida de la voluntad de exponer una herida que durante demasiado tiempo la sociedad bosnia no se atrevió a aceptar –las decenas de miles de mujeres musulmanas violadas por soldados, durante las guerras de los Balcanes–, la ópera prima de ficción de Jasmila Zbanic, ganadora del Oso de Oro en Berlín 2006, tiene dos o tres virtudes esenciales. Una es el temple que le permitió a la realizadora tomar distancia, convirtiendo el desgarro en objeto de ficción autónomo. Otra, el mantener a raya los demonios que asuelan a obras como ésta, muy marcadas por lo real: la alusión directa, la alegoría, la voluntad de demostración. Finalmente, el que tal vez sea su hallazgo clave, el rechazo absoluto de toda certidumbre previa. Rechazo que lleva a construir la historia así como el ciego golpea el aire: escena a escena, sin certezas.

La película de Zbanic hace eje en la relación entre Esma, cuarentona larga, y Sara, su hija de doce años. Chica de carácter, Sara no sólo juega al fútbol de igual a igual con los varones: si no la respetan, se agarra a trompadas con el más matón. Madre soltera, como a Esma no le alcanza con coser para afuera, se presenta a un puesto de camarera, en un club nocturno. “Mostrá las tetas, te van a dar más propina”, aconseja una compañera más experimentada, que predica con el ejemplo. El club Amerika está lleno de hombres y todos parecen ex mercenarios, mafiosos en curso, criminales de guerra. No es raro que de pronto Esma mire a alguno y salga corriendo, en otra de esas conductas locas que, se va entreviendo, podrían ser las más lógicas del mundo.

Habrá un hombre distinto de los demás, ley de compensaciones demasiado “cantada”, que tal vez hubiera convenido evitar. Mientras tanto, Sara sigue suponiendo que su padre es un shaheed, un muerto en combate. Pero Esma llamativamente calla, disimula, tira la pelota al costado. En algún momento su silencio deberá quebrarse. Habrá quien reproche a Sarajevo, mi amor el carácter, tal vez excesivamente tradicional, de una fábula de desocultamiento, con su fatal encadenamiento conclusivo de revelación, confesión y catarsis. Pero por qué sería reprobable lo que los griegos convirtieron, hace más de dos mil años, en uno de los módulos representativos básicos de la cultura occidental. Es loable que esta suerte de tragedia optimista se narre con la prosaica vitalidad de un drama en tiempo presente, en el que la realizadora y guionista muestra la suficiente lucidez para diferenciar entre dos categorías antagónicas de violencia.

Una es la que Esma sufrió más de doce años atrás y que no es evocada ni por un solo flashback, en un pito catalán a uno de los recursos más obvios y gastados del cine. Esa violencia encierra en sí todos los males de este mundo. Hay otra, liberadora, necesaria y vital, que encarna ese pequeño huracán llamado Sara, capaz de tirarle cosas por la cabeza a cualquier adulto que quiera indicarle qué hacer y qué no. Y de agarrarse a trompadas con su madre, en una escena que funciona como reflejo trágico de la otra, cómica, que se señala en el primer párrafo. Escena que recuerda, en su desesperación, las batallas campales familiares de más de una película de Cassavetes.

“Es una película de actores”, reprocharán otros, como si eso fuera intrínsecamente malo. Hay películas “de actores” muy malas, desde ya. Son aquellas en las que las actuaciones se roban la película. Están las otras, las buenas, en las que actuar y transmitir verdad se vuelven la misma cosa. Es el caso de Sarajevo, mi amor, donde la veterana Mirjana Karanovic, vista en películas de Kusturica (Papá salió en viaje de negocios, Tiempo de gitanos, Underground), es capaz de construir una emoción compleja y secreta, la de sentir culpa por un crimen del que fue víctima, mientras apaga un cigarrillo y prende otro. A su lado, la asombrosa Luna Mijovic logra aunar violencia interior, energía rebelde y la más profunda, inexplicada orfandad. Entre esas emociones contrapuestas y urgentes discurre Sarajevo, mi amor, una película que no es sólo de sus actrices.

8-SARAJEVO, MI AMOR (Grbavica,Alem. /Austria /Hungr. /Bosnia-Herzegovina, 2006)

Dirección y guión: Jasmila Zbanic.

Fotografía: Christine Maier.

Intérpretes: Mirjana Karanovic, Luna Mijovic, Leon Lucev, Kenan Catic, Jasna Ornela Berry y Dejan Acimovic.

Se exhibe en proyección DVD, en los cines Arteplex (Centro, Belgrano, Caballito y Villa del Parque).

Por Horacio Bernades



Jasmila Zbanic escritora y directora
GRBAVICA es su primer largometraje.
Empezó a rodar en 1997, después de fundar “Deblokada”, una asociación de artistas a través de la que produjo, escribió y dirigió numerosos documentales, vídeos y cortos que se han visto en festivales y exposiciones en todo el mundo.
Entre otros mencionaremos el corto «Birthday», una parte de la película recopilatoria «Lost and Found», que estudia la trayectoria de dos jóvenes, una bosnia y otra croata; el documental «Red Rubber Boots», acerca de la odisea de las mujeres bosnias en busca de sus hijos; y otro documental, «Images from the Corner», acerca de una mujer gravemente herida en la guerra a la que no le queda más remedio que aguantar mientras un fotógrafo extranjero le hace fotos. Nacida en Sarajevo en 1974, se licenció en dirección teatral y cinematográfica en la Academia de Artes Dramáticas. Antes de hacer cine, trabajó de marionetista en el Teatro Bread and Puppet de Vermont.




Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-16292-2009-12-10.html
http://www.golem.es/grbavica/directora.php

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Las primeras poetas argentinas, en una antología

"Eduardo Mileo: "Son mujeres que escribían en una época en que la poesía femenina no era tenida en cuenta". Incluye textos de cuarenta poetas nacidas entre los años 1800 y 1901.

U n nuevo mapa se imprime de a poco sobre el paisaje de la poesía local: es el de la poesía escrita por mujeres. No hace mucho, Irene Gruss publicó una selección de poetas nacidas entre 1940 y 1960, y Andi Nachón después hizo lo mismo con las más jóvenes y tomó el período 1961/1980. Ahora acaba de aparecer Primeras poetas argentinas, una antología imprescindible que incluye textos de casi cuarenta poetas nacidas entre 1800 y 1901.
"Son mujeres que escribían en una época en que la poesía femenina no era tenida en cuenta. Para tener una idea: en los diez tomos de la antología de poesía local que hizo Juan C. de Puig para el Centenario, no hay una sola mujer", señala Eduardo Mileo, uno de los antólogos. Además, participaron de la selección y edición Javier Cófreces y Gabriela Franco.
Algunas de las antologadas pertenecen cabalmente al siglo XIX (Rosa Guerra, Juana Manso, Josefina Pelliza), pero la mayoría publica sus primeros libros promediando la década de 1920.
"Resalta el grado de ocultamiento y soslayo al que fue confinada la obra de estas mujeres", dicen los editores. Son los años en que las vanguardias están liquidando el legado modernista. La de Amado Nervo es una sombra recurrente. La presencia de la muerte y la tristeza, recorre gran parte de los textos elegidos. También el amor, el ser mujer, y ser poeta.Cada vida fue también una obra.
Pintora y poeta, Emilia Bertolé compartió la bohemia de la década del 20 con Horacio Quiroga, Oliverio Girondo y Alfonsina Storni. Retrató a Irigoyen y, se dice, también a Perón. María Luisa Carnelli escribió tangos con seudónimos de varón, como periodista cubrió la Guerra Civil Española y escribió poemas y novelas proletarios.
Vicenta Cambón quedó ciega a los seis años y fundó la Biblioteca Argentina para Ciegos. Firmaba como "La ciega de Morón". Laura Piccinini creó la primera escuela de cine del país.
Los textos de Bertolé, Carnelli y Alfonsina, formalmente más contemporáneos, sobresalen en el conjunto. Pero poéticas casi desconocidas y muy ajustadas, como las de Margarita Abella Caprile, Raquel Adler y Clementina Rosa Quenel, justamente señaladas en el prólogo, sorprenden por la madurez de su expresión."

Por: Ezequiel Alemian




LA DULCE VISIÓN

¿Dónde estará lo que persigo ciega?
-Jardines encantados, mundos de oro-
Todo lo que me cerca es incoloro.
Hay otra vida. ¿Allí cómo se llega?

Un perfume divino el alma anega:
Olor de estrellas, un rosado coro
De Dianas fugitivas; el esporo
Viviente aún de la delicia griega.

¿Dónde estará ese mundo que persigo?
El sueño voluptuoso va conmigo
Y me ciñen las rosas de su brazo.

Y mientras danzo sobre el césped fino
Fuera del alma acecha mi destino
Y la Gran Cazadora mueve el lazo.

Alfonsina Storni





Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/12/09/_-02058208.htm
Poema: "Alfonsina Storni, Antología Poética, Colección Austral".


lunes, 7 de diciembre de 2009

Vivir de amor


"Concha Buika canta las mejores canciones de Chavela Vargas. Un encuentro virtual entre dos mujeres capaces de desgarrar el corazón con su voz y su presencia. Pero para la descendiente de guineanas –su árbol genealógico es un matriarcado, dice–, ese repertorio de amor y dolor es sólo una estrategia para desdramatizar: ¿De qué sirve morir de amor si siempre se resucita y se vuelve a morir después?

Concha Buika está en la suite de un hotel porteño, en maratón de entrevistas. Presenta El último trago: regalo del cumpleaños número noventa de Chavela Vargas. Trece temas con repertorio de la mexicana, grabados por Buika y Chucho Valdés en once horas en los estudios Abdala, en Cuba. El listado de periodistas y fotógraf@s que esperamos para subir a la habitación de Buika es extenso. Tenemos fe. La historia de cómo esta mujer nacida en 1972 en Mallorca, descendiente de guineanos, llegó hasta acá –segunda visita a la Argentina– viene acompañada de algo más que grandes críticas y elogios a una voz libre como el flamenco, el jazz, la copla y la ranchera mexicana. Muchos piropos vienen de la comunidad cultural progre, como Pedro Almodóvar o Joaquín Sabina, seguidores de la primera hora, antes de que arrasara en Europa y América latina con Mi Niña Lola y Niña de Fuego, del sello discográfico de Limón, donde Buika es “una punta de lanza”.

Los archivos son generosos con ella. Incluyen anécdotas que otros preferirían olvidar. Buika ha contado que cuando Chavela la escuchó por primera vez la hizo callar. “Necesitas mucho todavía para cantarme”, le advirtió allá lejos la Vargas. A Buika tampoco le dan miedo las palabras. “Soy bisexual, trifásica y tridimensional”, le dijo al periodista Manuel Cuéllar de El País, al explicarle su tríada amorosa de aquel momento: “Un matrimonio a trío es lo más cómodo, coherente y emocionalmente divertido que he encontrado”.

Cuando llega el turno, Buika se adelanta y saluda. Sonríe. El vestido –hecho por su hermana– celebra su porte de diosa africana. Cabeza erguida, ojos de pantera, nariz oronda sobre boca ancha de idéntico color chocolate con leche del vestido. Manadas de trencitas van y vienen por el cráneo con forma de luna. Se disculpa con esa voz aguda, algo rasposa: “Soy vergonzosa para la foto”. Desliza: “¿No molesta si me fumo uno para relajarme”. Arma y cuenta. “No fue fácil: de ser una persona a la que nadie le quería dar un trabajo a verme en una gigantografía. Me fotografié desnuda para vencer el miedo a mi imagen.”

¿De qué trabajaste antes?

–En la barra de una discoteca, en un teléfono erótico, muy payaso y muy estúpido. En Mallorca éramos tres familias de africanos. Me presentaba en los trabajos, ni me dejaban hacer la prueba. ¿Sabes por qué hoy una mujer tiene bastante más preparación en muchas cosas que un hombre? Porque es la que lo tuvo más difícil. Eso te hace desarrollarte como un animal. La evolución viene tras la necesidad. Es extraño ser la única negra de la discoteca, del bar, de la biblioteca. Un poco freaky pero lo que he pasado, no conozco otra cosa.

¿Te dejaste de sentir rara?

–No es que lo dejara de sentir. Ahora me enorgullezco. La única Buika en la sala. De alguna manera todos nos sentimos bichos raros. Sabemos desde dónde hablamos pero no desde dónde nos escuchan. Y de repente saberte distinto ya no molesta. Al revés: da muy buen rollo.

Tiene en la base de la nuca un tatuaje: la inicial de su hijo Joel, de 10 años. Otro en el brazo izquierdo, nombres de nueve musas. Además de sus hermanas, ahí están madre, abuela y bisabuela, que huyeron de Guinea Ecuatorial a Mallorca. “Kitailo es mi abuela y el espíritu que me guía. Vengo de un matriarcado y veo un matriarcado fuerte en la Argentina. Sois el país más africano que existe. Esa relación espiritual que tenéis con las cosas es brutal. Buenos Aires es una acrópolis que tiene la civilización y lo salvaje, no se da en Europa. Aquí se nota, se palpita. El otro día desempolvé un disco de Mercedes Sosa. Desde su simpleza, ese rellenar el cielo de la boca con cada palabra, tiene una inteligencia natural, es muy Africa.”

¿Vas seguido?

–Estuve en Mozambique hace poco, en un teatro hermoso con dos mil personas. No había un negro. Si yo hubiera sido una cantante inglesa rubia maravillosa no me hubiera sentido tan mal. Me sentí tan extraña, prefiero no pisar el continente por un tiempo.

¿Cuáles son tus primeros recuerdos con música?

–Mi música llegó antes que yo. El canto de mi madre y mi abuela. Cuando ella no se atrevía a decirle algo a mi madre se lo cantaba. Se ponía a tender la ropa y a cantar. Y estaba mi madre en la cocina, gritando: “¡Mirá qué me está diciendo!”.

¿Y tu padre?

–Mi padre no es. Se fue cuando yo tenía 9 años. No me caía bien. No pasa nada.

¿Lo volviste a ver?

–Yo no. Volvió después de 26 años, tocó la puerta de mi madre y dijo: tengo hambre. Mi madre flipaba. Ella tiene mucha fe. Imagínate: sacó a la familia adelante sólo con la fe. Limpiaba en casas y hoteles. Todos sus hijos estudiaron, somos buena gente.

¿Le abrió la puerta a tu padre?

–Le abrió, le puso un plato, le prestó un pijama de mi sobrino. Al día siguiente le dijo: “Ya está, chau”. Imagínate, la mujer ya casi con 70 años. Hace dos se apuntó a la universidad. Está haciendo la adaptación al estudio para mayores y seguirá Filosofía. Cree que no está bien que las mujeres hayamos perdido la capacidad de la fe, que a ella le ayudó tanto. Me decía: “Tú fumas porros, ok, se puede tener fe y fumar porros, no creo que sean cosas que vayan reñidas”. Ibamos a la iglesia los domingos. Era africana, le vendían todas las motos. Por mi casa han pasado mormones, cristianos, testigos de Jehová y de cualquier cosa. Escuchaba a todo dios. Mientras ella pudiera seguir en su ejercicio de la fe le daba igual con qué iglesia. Gran lección.

Buika señala un florero sobre la mesa, una rosa amarilla. Golpea con los dedos la madera.

–En el único arte que cree el africano es en el arte natural. El que hace que tú veas que esto es una maravilla. El sonido de un tambor. Nuestro canto es arte natural.

¿Cuándo sentiste que tu voz tenía algo especial?

–Nunca lo he sabido. Simplemente me empezaron a dar dinero. Mi tía cantaba en un hotel y yo trapicheaba en una barra de Mallorca. Mi tía le dijo a mi madre: “¿Una niña que cante para un grupo de blues?”. Mi madre dijo: “Conchi canta muy bien”. Y yo: “No sé cantar”. Que sí, que pin que pan y me dieron diez mil pelas. Luego el sinvergüenza del grupo me engañó: decía que a las cantantes las hacían pagar para que pudieran exponerse, por si había ojeadores que las contrataban para hacerlas famosas. Me dijo: “A ti te dejan cantar gratis porque cantas muy bien”. Yo encantada. Tenía 17 años.

¿Eras muy distinta?

–A los 17 todas somos modelos, cantantes, presentadoras, lo que nos pongan. Hay algo que me parece curioso. Aquí no sé si tenéis este problema: en España tenemos el tema de la violencia de género.

Sí lo tenemos, es grave.

–Cuando yo era niña, no recuerdo a una compañera riñendo porque un niño le pegase. Más bien lo contrario: que la bruta de la clase le había dado una hostia al pobre desgraciado y le había dejado hecho polvo. Pero nos obsesionamos con volvernos mujeres. Matamos a la niña que llevamos dentro. Queremos ser la mejor madre, la mejor hermana y estar guapísima, tener autoestima, ser divina. No se puede tanto. A veces creo que lo de ser mujer es otro invento del hombre. No seamos nada. Seamos lo que nos dé la gana. Estamos educando niños, no deberíamos caer en esas trampas. No sé de hembras de otra especie que no sepan darle de comer a sus hijos.

¿Cuál es tu punto débil en esas trampas?

–Intentar aprender de lo que hay delante, no del recuerdo. Para aprender hay que recordar cómo hacíamos las cosas cuando no teníamos miedo. Ya hicimos todo, fuimos libres. ¿No te acuerdas? Cuando éramos niñas. Recuerda cómo es. No es aprender ni volver, es recordar. Nos tienen engañadas con muchas cosas. Nos hicieron pensar que la soledad era un martirio. La soledad es la mayor de las libertades, el lugar donde uno se construye. Soy una diosa, soy divina, soy impresionante. La que no piense así lo lleva muy mal.

El primer tema del disco es “Soledad”.

–Sí. La llamé: “Ay Chavela, me siento muy solona”. La vieji me azotó: “Pues mija, respete la soledad, déle su rinconcito ahí, bien adorada”. Es un momento mágico. Es importante para nosotras, que tenemos mucho que construir, tía. El disco hace referencia a la soledad de otro perfil. Lo que hizo esta mujer, el maestro José Alfredo Jiménez y otros fue solemnizar el dolor. Yo he sufrido y sigo sufriendo, pero con la cabeza muy alta y unas ganas de vivir que me muero. El disco me ha ayudado a reabrir viejas heridas. He estado muy cómoda en mi papel de víctima. Hay que desdramatizar. Se sobrevive al desamor. Morir de amor no sirvió.

¿Y los hijos?

–Son tu corazón. Siempre están ahí. Mi hijo está con su padre en Madrid, estudiando. Con el padre nos separamos para seguir juntos toda la vida. Tenemos una estructura tribal. Vamos donde nuestros hijos estén bien. Quería que creciera en Mallorca, con la naturaleza. Luego me lo llevé a la capital, para prepararlo para un mundo duro. Su papá me siguió. Allá donde al niño le convenga ir ahí vamos. Hace poquito empecé a salir con una chica, un ángel, lindísima. Por eso: morir de amor no sirvió. Viene otro morir que te deja en brazos de un nuevo morir y conduce a otro morir que hoy te está matando.¤

Concha Buika presenta el 10 de diciembre en el Teatro Gran Rex su trabajo reciente: El último trago, una recopilación-homenaje, con las mejores canciones de Chavela Vargas. En el CD la acompaña Chucho Valdés."

Por: Maru Ludueña

(http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-5336-2009-11-27.html)

domingo, 6 de diciembre de 2009

Y hablando de Lucrecia Martel...

"La ciénaga", elegida como la mejor película latinoamericana de la década.
La ópera prima de la directora argentina Lucrecia Martel fue elegida como la mejor película latinoamericana de la década, según una encuesta entre críticos, académicos y profesionales del cine en Nueva York.
La asociación Cinema Tropical, dedicada a la promoción del cine latinoamericano en Estados Unidos, difundió hoy los resultados de su encuesta, en la que Martel es la gran ganadora, ya que sus tres largometrajes figuran entre los diez seleccionados como los mejores de la década 2000-2009. 
Para esta asociación, el hecho de que los expertos consultados hayan seleccionado las tres cintas que Martel ha realizado hasta la fecha es "una impresionante hazaña". 
Las otras dos películas son "La mujer sin cabeza" (2008) y "La niña santa" (2004), que se hicieron con el octavo y noveno puesto, respectivamente. 
De México, cuatro cintas figuran entre las diez seleccionadas: "Amores Perros" (2000), de Alejandro González Iñárritu, que quedó en el segundo puesto; "Luz silenciosa" (2007), de Carlos Reygadas, en el tercero; "Y tu mamá también" (2001), de Alfonso Cuarón, en el sexto; y "El laberinto del fauno" (2006), de Guillermo del Toro, en el décimo. 
Las cintas de los directores mexicanos conocidos como "los tres amigos" (Cuarón, Del Toro y González Iñárritu) recaudaron en conjunto 56 millones de dólares en Estados Unidos, según apunta Cinema Tropical, que destaca igualmente sus respectivos trabajos en "películas de gran perfil internacional" y su alianza para impulsar la productora Cha Cha Cha Films. 
De Brasil se ha seleccionado "Ciudad de Dios", de Fernando Meirelles en el cuarto puesto, y el documental "Autobús 174", de José Padilha y Felipe Lacerda, en el número cinco; al tiempo que de Uruguay figura en el séptimo puesto "Whisky", de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll. 
"La idea de crear esta lista tiene una doble misión: por una parte servir de promoción para honrar el gran trabajo fílmico de la región en los últimos años, y por otra, rendir tributo a los profesionales que han ayudado a la difusión del cine latinoamericano", afirmó el director de Cinema Tropical, Carlos Gutiérrez, en un comunicado. 
Para realizar esta encuesta, Cinema Tropical consultó a 33 profesionales de Nueva York que han contribuido a la promoción y difusión del cine latinoamericano en el país, y todos ellos seleccionaron un total de 121 películas de catorce países de la región. 

Argentina, al frente 

Argentina es el país con la mayor cantidad de cintas en esa lista general, con un total de 37 menciones, seguida de Brasil, con 30. 
"A pesar del hecho de que muchas de las películas mencionadas nunca consiguieron estrenarse en Estados Unidos y que aún el cine latinoamericano tiene mucho que conquistar en este país, la lista demuestra que hay una gran riqueza de películas que se producen en la región año tras año", aseguró la organización. 
Como ejemplo, cita el caso del director de cine brasileño Eduardo Coutinho, que, aunque "sigue siendo desconocido para la mayoría del público en Estados Unidos", tiene cuatro películas en la lista general: "Jogo da cena", "Edificio Máster", "Peäes" y "O fim e o principio". 
Igualmente, señala al argentino Pablo Trapero, quien tiene cuatro películas en la lista general, así como su compatriota Carlos Sorín, con tres, y el mexicano Carlos Reygadas, con otras tres. 
"Esta década que está a punto de concluir marcó un hito en el cine latinoamericano. Nunca antes las películas de América Latina habían gozado de tanta popularidad de crítica y taquilla a nivel internacional", aseguró Díaz. 
En su opinión, "esta lista no es sólo un claro recordatorio de la gran calidad y abundancia de cine que han emergido de Latinoamérica en los últimos diez años, sino que también es una celebración de la madurez del cine de la región que ahora es considerado a la par con lo mejor del cine mundial".


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miércoles, 2 de diciembre de 2009

Me encantan sus películas. La adoro.


"La Elipsis es el gran descubrimiento del montaje..."

















Lucrecia Martel



Foto: http://www.facebook.com/pages/Lucrecia-Martel

Rosa Montero: "El egocentrismo idiotiza"


Antes de dejar Buenos Aires, la escritora y periodista dialogó con Ñ sobre sus obsesiones, rutinas y manías a la hora de escribir. "Narrar es como perseguir una música que te trae el aire", reflexiona.


"Somos conmovedo­ramente ridículos", di­ce la madrileña Rosa Montero. Y dice tam­bién que el humor es la vía para atacar ese egoísmo. Aunque se define como escrito­ra y periodista, mar­ca diferencias: "En periodismo, escribes lo que sabes; en las novelas, en cambio, es­cribes lo que no sabes que sabes", sentencia.

Reflexiona además sobre su (no) rutina de trabajo, su infancia pobre, la fasci­nación por Buenos Aires, la ardua tarea de la corrección y hasta la salamandra que se tatuó en el brazo.
Así transcurre esta entrevista, poco antes de que Montero deje Buenos Aires, adonde asistió para ser jurado del Premio Clarín de Novela, que ganó Federico Jeanmarie, el 27 de octubre pasado.

Para ella, las ficciones son sueños diurnos que emocionan. "Es una verdadera visión, sientes el olor de los ambientes, es como si estuvieras allí. Las novelas los cuentos nacen de esta frase: ´esto tengo que contarlo´", revela la autora de La loca de la casa.

Montero, también revela algunos misterios del oficio de escribir. "Tardo como tres años por cada novela. La tengo un año y medio en mi cabeza y en anotadores y tardo otro año y medio para escribirla", señala la autora, que escribe por las noches.

¿Cómo elegir entre tantas posibles historias? Para ella es algo natural, casi místico. "Siempre digo que no escoges las historias que cuentas, sino que las historias te escogen a ti", señala. Y, si fuera tan fácil...

Por: Horacio Bilbao / Guido Carelli / Nicolás Lound


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