sábado, 27 de agosto de 2011

Para ellos, hablar sobre los problemas es perder el tiempo







Ellas, por el contrario, ven en el diálogo el camino hacia la solución de los conflictos
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Las mujeres consideran que hablar es el mejor camino para la resolución de conflictos; en cambio, los varones son más propensos a creer que discutir sobre los problemas es una verdadera pérdida de tiempo.
Eso es lo que revela una investigación realizada con fondos del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, que halló un dato curioso adicional: los varones confesaron que su resistencia a hablar sobre conflictos personales podía ser considerada una forma de no hacerse cargo de sus problemas.
Todo un problema en sí mismo, ya que la marca registrada internacional sobre la masculinidad exige que los hombres puedan resolver las cosas, que puedan solos y sin que medie la improductiva verborragia femenina.
"Las mujeres consideran que hablar con amigos y con otras personas es una forma de ayudarlas a resolver los problemas, de sentirse protegidas y de no dejar que los conflictos permanezcan encerrados", comenta a La Nacion la autora principal del estudio realizado por la profesora de psicología Amanda Roses, de la Universidad de Missouri, Estados Unidos.
Pero la ley que establece que los varones deben poder resolver sus problemas solos, sin que entre en juego la palabra femenina, ¿está escrita en la naturaleza, o es una construcción de la cultura?
"Como todas las diferencias de género, responden a una combinación de ambos factores", dice la doctora Roses, y agrega: "La ciencia no ha progresado a tal punto de decir con seguridad cuánto responde a una predisposición biológica y cuánto a las diferentes experiencias que varones y mujeres encuentran en su proceso de desarrollo".

Cerebros diferentes
Militante por la causa por la diferencia de géneros, la doctora Elena Levin, médica psiquiatra y directora del posgrado en ginecopsiquiatría de la Universidad Favaloro, explica que los cerebros masculino y femenino son anatómica y funcionalmente distintos.
"El cerebro femenino es mucho más eficiente cognitivamente e integra con más eficacia ambos hemisferios, pues utiliza ambos en el procesamiento del lenguaje; en el cerebro de las mujeres todo está conectado con todo, como si fuera una superautopista de Internet", ejemplifica. Levin también destaca las investigaciones de la neuropsiquiatra de la Universidad de California Louann Brizendine, autora del polémico libro El cerebro femenino , en el que resaltó algunas trascendentes diferencias de género producidas durante la vida intrauterina.
Mientras los varones a partir de las ocho semanas de gestación empiezan a bombear grandes cantidades de testosterona que descuidan los centros de comunicación, las células cerebrales de las futuras mujeres desarrollan más conexiones en los centros de comunicación y en las áreas que procesan la emoción, muestran los estudios de Brizendine.

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El nuevo varón parlante

"Las mujeres son proclives a hablar entre ellas de temas profundos; en cambio, los hombres tenemos mucho pudor para desnudar nuestros miedos, nuestros conflictos sexuales y cualquier tema personal. De chicos, pensábamos que los juegos de las nenas se limitaban a vestir y desvestir muñecas, pero resulta que mientras nosotros corríamos detrás de una pelota, ellas dramatizaban toda la dinámica familiar y hoy saben mucho más de vínculos que nosotros", confiesa Mario Zerkowski, un químico de 65 años que integra un grupo de reflexión sobre masculinidad.
Su acidez irónica resquebraja el estereotipo cultural que cristaliza a las mujeres hablando sin parar y a los hombres actuando en silencio.
"Salvo excepciones que confirman la regla, los varones cuando nos reunimos con otros no sabemos hablar de nuestros sentimientos, de nuestras emociones. Capturados por el mito del héroe, del duro, el triunfador, podemos discutir de política, de fútbol, filosofía, negocios, economía, literatura, cine y mujeres, pero difícilmente abrimos un espacio de encuentro entre el pensar, el sentir y el actuar. Los hombres estamos más atravesados por un espíritu pragmático y buscamos las soluciones en la acción, mientras las mujeres quieren hablar y buscan las respuestas a través del diálogo", dice el psicólogo Guillermo Vilaseca, coordinador de talleres de reflexión sobre masculinidad (www.varones.com.ar).
Vilaseca asegura que cuando los hombres se sienten jaqueados por las circunstancias, en lugar de verbalizar sus conflictos y confusiones tienden a atrincherarse, avergonzados. "Ser varón está ligado a saber, poder y tener, ser importantes, sentirse orgulloso y confiado de sí mismo, todas cualidades con un denominador común: la potencia." Cuando el varón no puede responder a este modelo cultural exigente, se repliega en silencio.
La propuesta de Vilaseca es ésta: "Sondear el abismo entre el modelo internalizado y las propias posibilidades de concretarlo. Y lo hace con herramientas psicodramáticas que combinan la palabra y la acción".
"Los viejos modelos culturales no han muerto y los nuevos no han terminado de nacer", dice Vilaseca. Y apuesta a la construcción de un nuevo modelo de masculinidad, capaz de desanudar las emociones y apropiarse de ellas nombrándolas.

Por Tesy De Biase

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1401126-cont-para-ellos-hablar-sobre-los-problemas-es-perder-el-tiempoagenda

miércoles, 3 de agosto de 2011

De la mujer ancestral a la transgresora

La psicóloga Liliana Mizrahi, trabaja sobre la culpa impuesta por la sociedad a las mujeres que desafían la imposición cultural de ser madres bajo cualquier circunstancia.

Cambió el turno a una paciente y dispuso su porteño consultorio de Belgrano para la entrevista. “¡Aquí esta la prueba de galera!”, exclama, enfática, Liliana Mizrahi mostrando la tapa de su último libro a punto de entrar a imprenta: Mujeres libres y crímenes sociales.
Sobre este trabajo, seguramente 
polémico como todos los anteriores, y los temas que la empecinan escribe Mizrahi.


–En la década de 1980 a mane­­ra de prólogo de su libro “La mujer transgresora”, su colega Tato Pavlovs­ky dijo que usted “escribe a través de sus cicatrices”. ¿Lo sigue haciendo?

Ya no escribo desde las cicatrices porque tengo muchas menos heridas, escribo desde la experiencia y el deseo de que las mujeres tengamos libertad para decidir sobre nuestros cuerpos.

–Todos sus libros de ensayos (y también los de poemas) tienen a la mujer cómo protagonista. ¿Hoy persistiría la crisis entre la mujer “ancestral” y la “transgresora”?
La mujer ancestral es la mujer del patriarcado, obediente, sumisa, secundaria, silenciosa, aislada del mundo público. La mujer transgresora es la que desacata esos mandatos de no-crecimiento. Levanta la voz, desarrolla su pensamiento, transgrede para crear espacios nuevos. Recrea. Esa tensión entre ambos aspectos existe porque ese conflicto es el motor de los cambios y transformaciones que las mujeres hacemos.

–A través de otros escritos, en particular “Mujeres en plena revuelta”, prevé una gran movilidad en la conciencia femenina. ¿Estamos ante esos cambios?
Estoy convencida de que hay una gran movilización en muchísimas mujeres. Algunas tienen o se autoimponen un techo para crecer, otras no. Hay más referentes mujeres para identificarse con conductas de libertad. Hay reconocimiento de los pactos de no-crecimiento y rupturas. Hay una mayor y más profunda conciencia de género. Hay menos mujeres dispuestas a someterse o callarse.

–Acaba de lanzar un libro por internet llamado: “Mujeres libres y crímenes sociales”, donde se cuestiona entre otras temáticas la maternidad como algo “natural”. ¿No querer ser madre es una gran transgresión?
No querer ser madre, en una cultura patriarcal, muestra que esa mujer “no está bien de la cabeza”. Esa decisión es un deseo condenado, un estigma, una mala mujer, una mujer desnaturalizada, una mujer sin sentimientos. Esto promueve la creencia que la maternidad es obligatoria y no lo es, ni podría serlo. El cuerpo de la mujer está preparado para gestar, eso es natural en tanto propio de la naturaleza, no quiere decir que si no quiere gestar deba hacerlo. No creo que lo haga. Las mujeres tenemos el derecho de decidir nuestras maternidades. No nos reconocen ese derecho todavía.

–¿Pero qué pasa con las mujeres que no quieren ser madres? ¿Hay mucha culpa en elegir?
Sí, hay culpa, en mayor o menor grado. Depende de qué mujer estamos hablando. Una mujer de conciencia evolucionada, dueña de sí misma, con otros proyectos para su vida donde la maternidad no cuenta, se sabe responsable de una decisión importante, no siente lo mismo que una mujer con un coro griego que la mira y la acusa y la condena por ese mismo deseo.

–¿Por qué percibe que hay poca implicancia masculina en el debate sobre la despenalización del aborto?
El tema del aborto siempre se entendió como “cosas de mujeres”. La poca implicancia masculina en “cuestiones de mujeres” es tradicional y habla de los varones, que por otro lado, parece que están empezando a evolucionar. Esta lucha no es contra la maternidad ni contra la vida, ni contra la familia, es una lucha para tener libertad para decidir.

–Otra de sus aseveraciones es: 
“Esta cultura mata de muchas maneras”.
Sí, creo eso. Esta cultura mata a través de políticas económicas que matan más lentamente, pero matan igual. Se mata de muchas maneras: excluyendo al individuo del mercado laboral, discriminándolo, dejando a generaciones carentes de educación, instrumentos para pensar y trabajar, una educación que lo socialice y lo integre. Se puede matar por hambre, por frío, por extrema soledad y abandono, por falta de cuidados médicos. Porque los chicos están en la calle. Hay mucha gente muerta caminando por la calle. Llamo muerta a esa persona incapaz de cambiar, transformarse, conocerse, evolucionar. Se mata con una botellita de alcohol y un fósforo. Con una aguja de tejer o un tallo de perejil. ¿Acaso no comemos cadáveres a menudo?

–Ante una realidad que muchas mujeres perciben injusta ¿es mejor adaptarse u oponerse?
Si una realidad es injusta, adaptarse es sobreadaptarse, es decir adecuarse a lo inadecuado. Aguantar, soportar. En este tema las mujeres damos cátedra. Es al revés: se trata de aprender a no sobreadaptarse, no adecuarse a lo inadecuado. No naturalizar la injusticia. No soportar lo insoportable. Creo que es mejor poner límites, oponerse, resistir, levantar la voz y entre muchas el griterío va a ser tal que nos van a escuchar. Por eso hablo de los temas que de los que se suponen no debemos hablar. Y es al revés, hay que hablar de la trata de personas, de la descriminalización del aborto, de la libertad para decidir, de la pedofilia, de la Iglesia, de la violación en familia.

–¿Cuál es su opinión acerca del porqué de la abrumadora cifra de “feminicidios”? ¿Se producen más que en épocas pasadas o tienen más visibilidad?
- Es grande la violencia entre varones y mujeres y ese también es un tema de debate. Muchas mujeres no reconocen la violencia como violencia, no entienden el insulto como insulto, necesitamos poder pensar esa realidad. Falta prevención primaria, incluir en las materias escolares estos temas. No es difícil matar una mujer, no tenemos la fuerza muscular de un varón, pero lo importante es que las mujeres se quedan ahí donde las maltratan hasta que las matan.

–En el capitulo final de “Mujeres libres y crímenes sociales” involucra a la Iglesia, ¿usted dice que el mundo ha cambiado y la Iglesia no acompaña ese cambio?
La Iglesia está petrificada en el tiempo y lamentablemente tiene poder sobre muchas cabezas acríticas. Pobre Jesús, nunca imaginó esto y estaría bien triste si viera lo que sucede: cómo la Iglesia está detenida y no evoluciona con el tiempo con lo cual deja de acompañar y ayudar a muchas personas. Al estar detenida en el tiempo, está ausente de las realidades que no quiere ver o no quiere asumir como responsabilidad. La sexualidad de los jóvenes es su responsabilidad y sin embargo le falta “sentido común”, una conciencia más humanizada acerca de la realidad de estos tiempos. Me parece que las mitras doradas no tienen un pensamiento inteligente, tienen un pensamiento dogmático, cristalizado y que no es bueno para la gente salvo para los creyentes de mentiras patriarca­­­-
les. Pobre Jesús ¿qué le diría a los sacerdotes pedófilos y mentirosos, y a 
los que bendijeron armas o los que le dieron la comunión a genocidas, a los que calmaron la conciencia de los pilotos de los vuelos de la muerte? Pobre Jesús. La iglesia católica crucifica a Jesús para defender su dogmatismo anacrónico.

Por Bibiana Fulchieri

Fuente:

http://www.lavoz.com.ar/suplementos/temas/mujer-ancestral-transgresora


El libro está en internet:

http://vamosacambiarelmundo.org/wp-content/uploads/2011/06/Aborto.pdf