Por Paula Jiménez España
El sábado 9 de abril, en
el último encuentro del ciclo de poesía Literatura viva, Inés Manzano compartió
un poema suyo dedicado a Carlos Fuentealba. Poniéndose en la voz de la mujer
que acompañó en vida al maestro asesinado en Neuquén, Inés recitó de memoria,
como siempre, sin bajar la vista para apoyarse en la seguridad del papel,
porque a ella recordar, dijo una vez, le permitía ser libre. Esos versos
tristísimos, que podrían consonar con otros de la mexicana Rosario Castellanos
(“¿En quién me va a matar la muerte? En los que amo”), dicen: “Yo guardaba/ las
cosas que decía/ la hilera de sus pasos/ su caricia de avena/ por las dudas/
Alguna vez/ tirados en el pasto tuvimos todo el tiempo/ Ahora solo tengo/ la argamasa
que cede a sus latidos”. Era un poema de amor, pero era un poema político. Era
un poema sobre las consecuencias de la política en la vida amorosa, esa zona
que tantxs creen privada. A la hora de recitar (tardó muchos años en animarse a
hacerlo delante de otrxs), nadie podía obviar su voz suave que era sin embargo
de una gran contundencia. Esa tarde lluviosa, esta porteña, autora de “Si es
puñal que me mate” (Rosario, Papeles del Boulevard, 2011), recogió sus
merecidos aplausos y luego se levantó de la mesa sin aspavientos, como si nada
hubiera pasado. Y en verdad, nada habría pasado salvo el deleite de escucharla,
si no fuera porque aquella fue su última lectura pública. El pasado domingo 17
de abril, gran parte de la comunidad poética se reunió para despedirla en una
sala velatoria de Chacarita donde un féretro cerrado no ostentaba grandes
coronas sino sencillos ramos y una V peronista, apasionada y desprolija,
escrita en blanco sobre la madera lustrosa. A unos metros, las editoras de La
mariposa y la iguana repartían a lxs asistentes unas plaquetas pequeñas en
formato de origami con algunos de sus escritos. Esa combinación (peronismo y
poemas) parece haber resumido dos de los mayores intereses de su vida. Y podría
decirse que durante años, en la práctica hizo de ambos una sola cosa al
ocuparse de federalizar la poesía y popularizarla mediante la creación, junto
con Cayetano Guzmán, del ciclo “Interiores” (por el que recibió debidos
reconocimientos en los últimos Festivales de poesía de los que participó).
Sobre esta labor de hormiga escribió recientemente la poeta Irene Gruss en su
blog “El mundo incompleto”: “Inés Manzano tuvo la idea única de hacer un ciclo
de lecturas en el que se invitara a un poeta de las provincias a leer en
Capital. Ese ciclo se llamó Interiores. Muy pocos la ayudaron. Inés invitaba,
conseguía hospedaje, pagaba los viáticos y la comida. Imprimía una plaquette
con material del poeta o de la poeta en cuestión, que repartía durante la
lectura, y un póster ilustrado por buenísimos plásticos. Las sedes de dicho
encuentro eran mínimas bibliotecas o el IMPA. Cero difusión de prensa. A
pulmón, cada cosa, cada detalle, como el acompañar a cada unx de ellxs a Retiro
hasta la hora de su partida”. Por todo esto no sería exagerado usar la palabra
amor para hablar de lo que a Inés le pasaba con la poesía y con los y las
poetas, con quienes compartía largas charlas nocturnas sin importarle si al
otro día tenía que levantarse temprano para ir a trabajar (era bibliotecaria).
Versos como “Hemos sido tocado/ por los dedos azules de unos versos/ que
asediaban el vientre donde estábamos/ desde antes del principio// De ahí viene
la cosa”, parecen decir que Inés Manzano se sentía unida a otrxs escritorxs por
provenir, igual que ellxs, de una raíz mágica y azarosa. Cuentan sus amigxs y
familiares que prácticamente no dormía y se olvidaba de comer, pero no de leer,
no de escribir. Gran parte de sus energías vitales fueron a parar a esta pasión
por la que hizo trabajos tan concretos e invisibles como el de tipear la obra
inédita de Susana Thènon para que fuera incluida en los tomos de “La morada
imposible”. Además de todo esto, Inés Manzano fue miembro de “Poesía en la
Escuela”, de la “Red Federal de Poesía” e integró la comisión organizadora del
Festival Internacional de Poesía en el Centro (Centro Cultural de la
Cooperación). Últimamente se dedicaba a compilar material para una antología de
poetas del interior del país. Sus muestras de generosidad han sido infinitas y
resulta difícil pensar que ya no circulará por los recitales de poesía
sonriendo y luciendo esos vestidos largos y delicados que la hacían parecer un
ser distinto, fuera de las modas y del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario