La antropóloga
estudia las violaciones y lo que se pone en juego cuando un hombre viola a una
mujer. A partir del femicidio que conmovió al país, reflexiona sobre el
fenómeno y rechaza las alternativas punitivistas que se renovaron política y
mediáticamente esta semana.
Por Mariana Carbajal
“Los políticos tienen que entender que no es necesario cambiar la ley y partir hacia un punitivismo mayor para solucionar el fenómeno. El punitivismo no lleva a ningún lugar. La prueba es Estados Unidos, donde tienen las penas más severas y tasas de violación altísimas”, advierte, en diálogo con PáginaI12, la antropóloga Rita Segato, una de las voces más lúcidas de América latina para pensar sobre la problemática. “La violación no es un delito como todos los otros –apunta–. Es un crimen del poder. Lo que se debe hacer es ofrecer más educación de género en las escuelas, con docentes capacitados, y que el abordaje sea integral, que abarque la violencia machista en sus varias formas”, explica Segato, quien entrevistó a condenados por violación en la Penitenciaria de Brasilia, para entender qué se pone en juego cuando un hombre penetra por la fuerza, con crueldad, a una mujer.
Por Mariana Carbajal
“Los políticos tienen que entender que no es necesario cambiar la ley y partir hacia un punitivismo mayor para solucionar el fenómeno. El punitivismo no lleva a ningún lugar. La prueba es Estados Unidos, donde tienen las penas más severas y tasas de violación altísimas”, advierte, en diálogo con PáginaI12, la antropóloga Rita Segato, una de las voces más lúcidas de América latina para pensar sobre la problemática. “La violación no es un delito como todos los otros –apunta–. Es un crimen del poder. Lo que se debe hacer es ofrecer más educación de género en las escuelas, con docentes capacitados, y que el abordaje sea integral, que abarque la violencia machista en sus varias formas”, explica Segato, quien entrevistó a condenados por violación en la Penitenciaria de Brasilia, para entender qué se pone en juego cuando un hombre penetra por la fuerza, con crueldad, a una mujer.
Cuando
empezó a trabajar con los presos, Segato pensó que sería una situación
excepcional y pronto abandonaría el tema. Luego de plasmar su experiencia y sus
análisis en el libro Las estructuras elementales de la violencia, publicado en
2003, fue invitada para aplicar su modelo de “la fatria masculina”, del club de
hombres, al caso de los femicidios en Ciudad Juárez. Y pensó también que estaba
ante un caso excepcional, raro, que rápidamente ese tema iba a desaparecer de
la historia. Pero no sucedió. Ahora siente una tremenda frustración porque no
consigue abandonarlo. “Es de una fatiga y de una amargura extraordinaria saber
que desde entonces solamente el tema crece”, sostiene Segato. En 2016, fue
perita en el histórico juicio de Guatemala, en el que se juzgó y condenó por
primera vez a miembros del Ejército por los delito de esclavitud sexual y
doméstica contra mujeres mayas de la etnia q’eqchi de una aldea en Senur Zaco,
en el conflicto armado ocurridos en los años ‘80. Hubo 14 peritajes; ella hizo
el antropológico y de género. Hoy mira con tristeza y amargura la escalada de
violencia machista contra los cuerpos de jóvenes en la Argentina. Cuenta que el
martes, cuando escuchaba los testimonios de chicas en la Plaza de Mayo,
reunidas para “abrazar a la familia” de Micaela, “de repente parecía que
hablaban de una sociedad islámica fundamentalista, cuando mencionaban las
imposiciones de vestimenta y de horario para ausentarse del espacio público”. Y
advierte sobre el riesgo de que se instale “una mentalidad moralista, como la
que tienen todas las religiones. Son políticas basadas en el control del cuerpo
de la mujer, en su opresión”.
Vive
en Tilcara, pero en los próximos días estará por Buenos Aires para dar una
conferencia, en una actividad organizada por el sindicato de La Bancaria.
Sus
palabras ayudan a entender un tema complejo, difícil, doloroso. La clase
política no parece estar a la altura para debatir cómo enfrentarlo. Las salidas
fáciles se imponen: en el Senado se reflotó un proyecto con media sanción de
Diputados para eliminar el beneficio de la libertad condicional a condenados
por violación y otros delitos, mientras el Gobierno desguaza el Programa
Nacional de Educación Sexual Integral, sin que ningún legislador se
escandalice.
La
antropóloga, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
de Brasil, explicó sus conceptos. “La libertad de existir está en riesgo para
las mujeres. Mi hija no puede tener la libertad de circulación como tuve yo. La
violencia contra las mujeres de la forma que la estamos viendo en la Argentina
es un síntoma de un momento del mundo, es un momento desesperado por varias
razones, un momento en el que hay un poder de dueños, es una época de
‘dueñidad’. Hay en el mundo contemporáneo figuras que son dueñas de la vida y
la muerte. Eso irrumpe en el inconsciente colectivo en la manera en que los
hombres que obedecen a un mandato de masculinidad, que es un mandato de
potencia, prueban su potencia mediante el cuerpo de las mujeres. En el mundo
entero hay problemas con la violencia de género pero en nuestro continente cada
vez más controlado por formas paraestatales de control social y de la vida, por
formas no exactamente regidas por la ley, eso se expresa en la vulnerabilidad
de la vida de las mujeres”, dice Segato.
–¿Qué
busca el violador?
–Las
relaciones de género son un campo de poder. Es un error hablar de crímenes
sexuales. Son crímenes del poder, de la dominación, de la punición. El violador
es el sujeto más moral de todos: en el acto de la violación está moralizando a
la víctima. Cree que la mujer se merece eso. Los jueces, los abogados, los
legisladores, no están formados, no tiene educación suficiente para entenderlo.
Lo que sucedió con Micaela, con Lucía Pérez en Mar del Plata, son ataques a la
sociedad y a la vida en el cuerpo de la mujer. Es un error, que el
pensamiento feminista eliminó hace muchísimo tiempo, la idea de que el violador
es un ser anómalo. En él irrumpen determinados valores que están en toda la
sociedad. Entonces, nos espantamos y el violador se convierte en un chivo
expiatorio pero él, en realidad, fue el protagonista de una acción que es de
toda la sociedad, una acción moralizadora de la mujer. No es con más cárcel,
mucho menos con su castración química, que vamos a solucionar el problema. La
violación no es un hecho genital, es un hecho de poder. Puede realizarse de
forma genital y de muchas otras formas. Si no cambia la atmósfera en que
vivimos el problema no va a desaparecer.
–A
partir del femicidio de Micaela, en el Senado quieren aprobar una ley para
impedir que violadores accedan a la libertad condicional.
–Uno
de los países que tienen una de las penas más severas contra la violación es
Estados Unidos y es uno de los países donde la incidencia de la violación es
máxima. Eso significa que estamos yendo por el camino equivocado. Es decir, el
punitivismo no es el camino. Eugenio Zaffaroni, a quien respeto mucho y
presentó un libro mío en 2015, como muchos otros, no consiguen entender el tema
de la violencia de género. Como los punitivistas, piensa que el agresor está en
el campo de lo sexual. Unos se corren al punitivismo extremo y otros a la
indulgencia extrema. Nosotras, las feministas, las estudiosas del tema, sabemos
que en una violación no hay una relación sexual: hay deseo de control, de
apropiación. El órgano sexual masculino entra como un arma para destruir. Es
indispensable para el hombre ser hombre por la necesidad de ser un ser humano
viril. Tiene que demostrar su capacidad de control y secuestro sobre el cuerpo
de la mujer. Por lo general se consigue por otros medios que no son criminales.
El violador se rinde ante un mandato de masculinidad que le exige un gesto extremo
aniquilador de otro ser para verse como un hombre, para sentirse potente, para
verse en el espejo y pensar que merece el título de la hombría. El interés del
violador es la potencia y su exhibición frente a otros hombres para valer como
un hombre. Hay que hablar más del tema, sobre qué es una agresión sexual, qué
es una agresión íntima en el mundo de las relaciones de pareja, qué es una
violación anónima, en la calle, como le sucedió a Micaela, y qué es una
violación en la guerra: cada vez más la violación es un arma de guerra. Si no
se comprende qué papel tiene la violación y la masacre de mujeres en el mundo
actual, no vamos a encontrar soluciones. No hay recetas fáciles.
–Existe
la creencia generalizada de que la reincidencia es ineludible en el caso del
violador.
–Es
obligatorio pensar que todo ser humano puede cambiar. Es muy difícil a veces.
Hay que dar las condiciones para que lo pueda hacer, condiciones que no están
dadas en la actualidad.
Página 12
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