La Cenicienta que no quería comer
perdices es el nuevo título de Madreselva para romper el esteotipo del amor
romántico.
Por Flor Monfort
“¿Hay algo más difícil y gratificante
que nadar en contra de la corriente? Los libros de Madreselva se parecen mucho
a eso”, dice el Facebook de la editorial que desgrana un catálogo de libros con
temas que parecen tener punta, serrucho y filo, como el rechazo a las vacunas,
el deseo lésbico o la ceremonia que supone dar la teta.
La
Cenicienta que no quería comer perdices es el cuarto libro infantil que
publican, con el signo de pregunta sobre la categoría en la cual se supone que
entra porque la trama parece involucrarnos a todxs, sin caer en golpes bajos
pero con el dramatismo que supone elegir bajo ese mandato automático que dice
que con un varón al lado todo es mejor. La Cenicienta… no solo pone en duda esa
premisa de “vivir felices y comer perdices” de los cuentos clásicos sino que
hace una especie de relato invertido: en éste escrito por la cuentista
aragonesa Nunila López Salamero, la boda es lo primero que ocurre y lo que
empieza a poner en duda todo lo demás. Porque a diferencia de la historia oficial
sobre las princesas, a esta le gusta divertirse, es “normal” desde el principio
(no es una huérfana castigada ni una bruja malvada) y sin embargo, cae en la
trampa del amor romántico.
Viendo el
mundo desde unos incómodos tacos y obligada a cocinar perdices siendo
vegetariana, esta cenicienta empieza a ver cómo sus pies se pudren en zapatos
imposibles al ritmo que su alma se marchita en un hogar infeliz. Cuando lo
cuenta es reprimida, de manera que las otras voces que aparecen, no son aliadas
y el laberinto parece encarnar su mejor tesoro. De la soledad emerge la
certidumbre: verse a si misma desde afuera, reírse de esa imagen “tacuda” y
tener la piedad para perdonarse por tanta ingenuidad. Los hombres no son
príncipes y nadie puede salvarte si no pensás profundamente en tus deseos.
A este punto
La Cenicienta… emociona porque revaloriza el cuerpo (y la que se ilustra no es
una mujer identificable con la imagen tradicional femenina), porque aclara que
a veces lleva varios “príncipes” llegar a estas verdades y porque descubre en
la danza su motor salvador. Y con la ayuda de la hada Basta (rebautizada en
femenino), se siente vacía para volver a empezar. Al final LC se encuentra con
muchas como ella y pone un restaurante vegetariano que se llama “Me sobra armonía”
donde todas bailan con panza y los pies al aire, si tienen ganas.
La
Cenicienta… fue presentado en Pañuelos en Rebeldía, en el Taller de Talleres y
en un encuentro de feministas populares junto a Claudia Korol, que escribió un
prologo precioso (“Yo soy esa cenicienta feliz en el final, en el principio,
cuando descubrimos que el deseo es subversivo, y que puede derrumbar los
castillos que nos resultaron fronteras y prisiones. Soy esa cenicienta que te
cuenta que se puede cambiar, que se puede revolucionar nuestra propia historia
y la historia de todxs, con imaginación, con alegría, con muchas iniciativas
creativas –como este cuento– donde la belleza interpela nuestros sentidos, y
nos invita a la aventura de la libertad” dice allí). “Como es español, muchas mujeres
de los barrios que se llevaban el libro me contaban que lo conocían de
fotocopias por haberlo trabajando en talleres de mujeres u otras lo llevaban
con la idea de trabajarlo en su grupo. También lo vendimos en el Encuentro de
los Pueblos que reunió a organizaciones de todo el país y varias lo llevaron a
Jujuy, por ejemplo, con la idea de trabajarlo entre mujeres. Miriam Cameros
Sierra es la ilustradora y la maga que hizo posible la edición en Argentina”
dice Vero Diz, editora de Madreselva y remadora de sus proyectos.
Una hermosa
manera de contarles a nuestrxs niñxs que las mujeres podemos estar sin pareja
(nunca “solitas” o “solteronas”) y ser creativas, gozosas y felices, aunque
descubrirlo nos lleve un buen tiempo.
Facebook: Madreselva Editorial
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