Todo comienza con una actriz recitando un poema de
Rilke. Comprendemos que se trata de un ensayo cuando al finalizar el
recitado la chica recibe críticas y elogios. Estamos, en verdad,
presenciando la construcción de una película. Una actriz escucha
comentarios de un director sobre cómo interpretar el papel de alguien,
pero ese alguien –y esto es clave– existió verdaderamente. De eso, entre
otras cosas, va la nueva obra de Romina Paula. De la construcción de
una ficción acerca de la vida de una mujer. Mejor aún: de una ficción
sobre una mujer que también fue un hombre. Hablamos de Fauna, una
escritora mítica del litoral, un personaje extraño, salvaje e ilustrado,
que en su juventud solía vestirse de hombre para acceder a espacios
vedados a su condición femenina. Aunque todo esto, claro, es una
mentira. No existió esa tal Fauna, ni veremos jamás esa película. Todos
estas problemáticas, sin embargo, están en esta bellísima y compleja
obra de Romina Paula y nos empujan a pensar: ¿Cómo se construye una
ficción? ¿Importa la verdad? ¿Qué valor tiene una vida en el arte? ¿Qué
es exactamente ser una mujer? ¿Es lo contrario de un hombre? ¿Y qué
precio hay que pagar para averiguar todas estas cosas?
Pero volvamos a la historia: Fauna, que también fue Fauno, acaba de
morir y en su casa está su hija María Luisa (Susana Pampín) recibiendo a
esta actriz (Pilar Gamboa) y este director (Rafael Ferro) que llegaron
atraídos por la leyenda de su madre, que quieren llevar a la pantalla.
María Luisa, lejos de entregarse a las veleidades de quien recibe tales
atenciones imprevistas, goza poniendo permanentemente en jaque las ideas
que “los artistas” han traído a su hogar. Ella también es cultivada y
chúcara. Cuando llegue su hermano menor, el Santos (Esteban Bigliardi),
que viene de pasar los últimos días remando bajo el sol, la atmósfera
tirante se enrarecerá sin remedio. Santos trae con su presencia los
trágicos y telúricos acontecimientos que lo preceden y empuja la
narración hacia una suerte de estallido, pero interior. Ninguno sabrá
después qué hace ahí, ni por qué, ni quién es, ni a quién ama, ni qué
cree acerca de contar una historia, que a esta altura del partido, ya es
el menor de los problemas.DIARIO DE UN RODAJE
Fauna es la tercera producción de esta narradora, dramaturga y directora junto a la compañía El Silencio, integrada por Gamboa, Bigliardi, Pampín, de la que partió momentáneamente Esteban Lamothe y a la que se sumó Rafael Ferro. La primera había sido Algo de ruido hace (2008) a la que le continuó en 2009 El tiempo todo entero, sobre El Zoo de Cristal, de Tennessee Williams. Con esa última hicieron temporada en el prestigioso teatro Rond-Point de París y se presentaron en otros festivales europeos. Fue un largo tiempo conviviendo con una obra que traspolaba el encierro familiar de suburbios sureños a un aquí y ahora de Buenos Aires.Puesta a escribir un material nuevo, Romina cuenta que quiso alejarse de ciertos tópicos que había trabajado hasta decir basta. Ni centrarse en un referente literario único, no quedarse con un registro acabadamente naturalista –“¡Por lo menos no hay un sillón! ¡Ni son una familia!”, bromea–. Y algo de eso se percibe en la experiencia de esta obra. El espacio donde sucede no es ni casa, ni campo, ni set de filmación. Y de ese escamoteo de datos espacio-temporales surge la acción inquietante, poco predecible, que caracteriza la pieza.
Hay que decir que la recurrencia en el cine, que es la clave sobre la que se construye toda la historia, no es porque sí. Toda la generación teatral a la que Romina Paula pertenece ha hecho tantas experiencias sobre las tablas como en la pantalla grande. El cine es en sí una influencia: “Cuando nosotros empezábamos a estudiar actuación, el cine y el teatro eran dos esferas separadas. No había actores de teatro en el cine. Y esto cambió completamente, ahora hay una circulación natural entre los dos espacios; los actores circulan tanto en un lado como en el otro, hay directores de cine que empiezan a dirigir obras, como Matías Piñeiro, o a la inversa. Por otro lado la experiencia del rodaje es bastante similar a cuando se ensaya teatro. Una convivencia con un grupo bastante intensa en un tiempo acotado. Algo de eso también está en la obra. Es también una obra sobre nosotros, los que la hacemos. Un grupo de personas que comparte el trabajo y la vida, y se ama y se odia”.
Por eso, más allá de lo temático de “filmar una película” son esos sentimientos intensos los que Fauna evoca. El amor, el odio, los tironeos a la hora de construir una historia en la que todos están involucrados. Grandes temas. Pretenciosos, aventurados. Hermosos en su falta total de conformismo.
FEMENINO, MASCULINO
Y en ese sentido, ¿qué mejor lugar para reflexionar acerca de roles y lugares que se ocupan que el teatro, que es la puesta en abismo por excelencia de interpretar un rol? Otra de las capas de sentido que trabaja Fauna es la del “teatro dentro del teatro”: vemos a estos actores y al director ensayar escenas de la película que van a filmar y, a su vez, cambiarse los roles. El personaje de Fauna/Fauno es hecho por la actriz, luego por el director. ¿Y quién es el más femenino? Todo podría ponerse en duda.
LA VIDA ES Y SERA SUEÑO
Estos pensamientos que parecen muy contemporáneos a las discusiones
de género forman parte de la historia del teatro desde siempre. En
Shakespeare, como es sabido, actores hombres representaban roles
femeninos, llegando al extremo de que un actor hombre interpretara a una
mujer, que a su vez se vestía de hombre con algún fin. En La vida es
sueño, de Calderón de la Barca, Rosaura debía vestirse de hombre para
recuperar su honor perdido. “Lo que me atrae de estos personajes como
Concepción Arenal, que se vestían de hombre, es más que el gesto
político, el teatral. Hay una ficción, sobre tu propia vida. Nos
enteramos de ciertos casos en que esto se practicaba porque eran
artistas y trascendieron, pero deben haber habido muchos otros casos de
los que nunca sabremos. Me divierte lo lúdico de eso. Uno cree que la
discusión de género es algo sólo de ahora y no es así para nada, sólo
que ha ido cambiando el foco de la discusión. Y ahí entraría el tema de
la sexualidad también. Pienso acerca de roles y lugares que se ocupan:
en una relación afectiva, en una familia, en el trabajo; pienso que
querer definir, nombrar, es acotar, y que no se puede saber sino en el
presente, y que ser y estar en el presente siempre es lo más difícil. Y
pienso que el amor es un lugar que se ocupa en el presente y en
presencia.”
Diciendo textos de Calderón, de Shakespeare, representando las
escenas de la vida de Fauna, estos actores, y estos hijos, terminan
todos enamorados. Pero esas historias son cruzadas. El amor es siempre
algo que se escapa, que no se puede quedar quieto. Fauna es, en última
instancia, una obra sobre el amor, sobre lo confuso e inaprensible del
amor y sobre la ayuda inmensa para comprendernos en ese duro trance, que
es el amor a las palabras. No por nada Romina se divide entre el teatro
y la narrativa. Roberto Arlt, Horacio Quiroga, Juan L. Ortiz también
aparecen en la obra, más o menos encubiertos. Pero muy lejos de la
entronización a la que suele someterse a los clásicos. Como dice Romina
Paula: “Estas referencias literarias parten de un profundo amor por la
literatura, que no es una cuestión de enumeración. Mi relación con las
palabras es vital, en el sentido de que me siento acompañada o
interpelada por lo que leo, como si sucediera en el presente, y hay algo
del citar que es animar esas palabras de otro, volver a darles un
cuerpo. Como si el tiempo no fuera lineal y todo eso escrito y nosotros
los vivos, conviviéramos en un limbo”.Por Mercedes Halfon
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De jueves a sábados a las 21 y domingos a las 19
en la Sala 3 del Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551. Entrada:
$60. Hasta el domingo 23 de junio.
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