“Mi madre se quedó sentada en su silla
de lona y mi padre en una de madera; no se miraron. Pero estaban conectados, y
esa conexión era clara como el agua, y existía entre nosotros y tío Benny,
entre nosotros y Flats Road, y seguiría existiendo entre nosotros y cualquier
cosa. Eso mismo pasaba a veces en invierno, cuando repartían dos manos de
cartas y se sentaban a la mesa de la cocina a jugar mientras esperaban las
noticias de las diez, después de mandarnos a la cama al piso de arriba. Y el
piso de arriba parecía estar a millas por encima de ellos, oscuro y lleno del
ruido del viento. Allá arriba descubrías lo que nunca recordabas abajo en la
cocina: que estábamos en una casa tan pequeña y cerrada como un barco en alta
mar, en medio de los aullidos de un temporal. Parecían hablar y jugar a cartas,
en un pequeño punto de luz muy lejano, de forma irrelevante; sin embargo esa
idea de ellos, prosaica como un hipo, familiar como el aliento, era lo que me
sostenía, lo que me hacía señas desde el fondo del pozo cuando me quedaba
dormida. ..."
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