martes, 23 de junio de 2015

“Juré que no me iban a aplastar”

La despidieron ayer por la tarde en el cementerio de La Chacarita

Elsa Sánchez de Oesterheld tomó en sus manos la tarea de reconstruir su familia, que había sido arrasada por la última dictadura. En un año y medio fueron secuestrados y desaparecidos su marido, Héctor Oesterheld, y las cuatro hijas que tuvo con él, varias de ellas embarazadas.

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Unas treinta personas formaban el cortejo fúnebre que ayer por la tarde avanzó por los pasillos internos del cementerio de La Chacarita, llevando desde la capilla precaria hasta el crematorio el cuerpo de Elsa Sánchez de Oesterheld. La ceremonia había sido íntima y algo fugaz: apenas las últimas palabras del cura, la bendición a sus deudos y al pañuelo de Abuelas de Plaza de Mayo, que reposaba sobre el cajón en lugar de las coronas, y el abrazo final de Martín Mórtola y Fernando Araldi, sus dos nietos, lo único que le dejó la dictadura. Entre quienes la despidieron, había Abuelas –Buscarita Roa, Delia Giovanola, Aida Kancepolsky-, nietos –Miguel “Tano” Santucho, Horacio Pietragalla, Manuel Goncálvez, Eduardo “Wado” De Pedro, “Charly” Pisoni, Lorena Battistiol-, los abogados y otros compañeros de Abuelas. También se lo vio al escritor Juan Sasturain. Al llegar al crematorio, alguien gritó por los 30.000 desaparecidos. Todos dijeron “Presente”. Un puñado de esos ausentes, son los secuestrados en su familia: sus cuatro hijas, su compañero Héctor Oesterheld, sus yernos y dos nietos que aún no conocen su verdadera identidad.
Elsa murió el sábado a las siete de la tarde, después de una larga enfermedad que la había ido apagando. “Fue una mujer marcada por el dolor, pero también por la fortaleza para seguir adelante. El Ejército se llevó a siete miembros de su familia y le robó a dos de sus nietos nacidos en cautiverio. Ella supo transformar todo ese sufrimiento en amor para -junto a sus compañeras- buscar a los nietos apropiados en dictadura”, dijeron sus compañeras en el comunicado de Abuelas de Plaza de Mayo.
Su esposo Héctor Oesterheld, autor de obras como la saga del El Eternauta, Ernie Pike y Mort Cinder, entre otros, fue capturado por efectivos del Ejército en abril de 1977 y trasladado a Campo de Mayo. Sobrevivientes de los centros clandestinos de detención aseguran haberlo visto con vida en el centro clandestino de detención de El Vesubio, y una de las hipótesis es que lo asesinaron en la localidad de Mercedes. La primera en caer había sido Beatriz, en San Isidro, en junio de 1976. Unos días antes, Elsa se encontró en una confitería de Martínez y le dijo que se retiraba de la militancia. “Cuando salí, estuve dos horas y media que el corazón me saltaba de alegría. Mi preocupación era la vida de ellas, nada más. Lo demás, la política, me importaba un pito. Quería que salieran de ese infierno”, contó Elsa en una entrevista en 2007. La semana siguiente la llamó un comisario de Virreyes y le dijo que había que identificar el cuerpo de tres chicos y dos chicas. Una de ellas era Beatriz.
Ese mes, Elsa supo por los diarios que otra de sus hijas, Diana, había sido asesinada en Tucumán. Tenía 23 años y un embarazo de seis meses. Al compañero de ella, Raúl Araldi, lo mataron en agosto. Fernando, hijo de ambos, fue localizado por los abuelos paternos.
De la muerte de sus otras dos hijas supo el 14 de diciembre de 1977. Estela se cruzó toda la ciudad para ver a una amiga de su madre. “Habíamos decidido no vernos más porque nos dimos cuenta que yo era el señuelo”, dijo Elsa en esa entrevista. Martín, el hijo de Estela, había quedado en la casa con otro matrimonio pero esa casa fue allanada. A Martin, su nieto de tres años, se lo llevaron los represores. Cuando la asesinaron, Estela volvía de despachar una carta donde contaba a su madre: “Mamita, Marina hace un mes que no está con nosotros”. Marina tenía 18 años y un embarazo de ocho meses. “Y ahí se acabó todo. En el término de un año me quedé sin ninguna de mis hijas”, relató Elsa.
Un tiempo después, cuando el reclamo masivo en Europa por la aparición de Oesterheld visibilizó su caso, la llamaron las Abuelas. “Recibí el llamado de Chicha Mariani, que entonces presidía la institución, y me dijo que fuera”, contó Elsa.
Chicha recordó el episodio en diálogo con Infojus Noticias: “Cuando ella llegó con la foto de sus cuatro hijas -bellas, sonrientes, hermosísimas- y contó qué había pasado no pude evitar ponerme a llorar. Era una mujer muy hermosa, de aspecto sereno, que supo soportar semejante desgracia con gran entereza. Tengo un excelente recuerdo de ella”.
En octubre de 2010, en la feria del libro de Frankfurt, Elsa Sánchez fue homenajeada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ante 70 escritores argentinos que habían llegado a Alemania. “Ella, que perdió a su marido y a sus cuatro hijos por la dictadura, representa a los escritores argentinos que sufrieron durante uno de los peores momentos que vivió la Argentina”, dijo Cristina.
En marzo de 2011, varias Abuelas viajaron a París a recibir el Premio Félix Houphouet-Boigny 2010 de Fomento de la Paz que entrega la Unesco. Fue uno de los últimos viajes de Elsa, que estuvo acompañada por su nieto Fernando Araldi. Después se quedó sin fuerzas
En el final de aquella entrevista ocho años atrás en la Casa de las Abuelas, su propia casa, Elsa dejó claro para la posteridad cuál había sido su fuerza, a pesar de la desaparición de sus hijas, un compañero, yernos y nietos. “Yo soy una persona que juré que no me iban a aplastar. Y que yo iba a recuperar lo que me había quedado. Y hoy lo puedo decir con gran satisfacción, no orgullo porque en estas cosas no puede existir el orgullo, pero sí de haber tenido la dicha enorme de poder mantenerme en pie. Yo pienso que hoy, después de cincuenta años, la obra de mi marido sigue en pie; mis nietos son dos personas sanas de cuerpo y alma, con sus futuros encaminados, para sentirse orgullosa. Mi familia renació. Es chiquitita, de varones, una cosa nueva para mí, que ya tienen sus compañeras, y tengo un bisnieto maravilloso, de once años. ¿Y qué más puedo pedir? Morir tranquila”.
LB/PW

jueves, 4 de junio de 2015

La rebelión de las víctimas

Por Marta Dillon

Tres horas después de terminado el acto, la plaza estaba llena. Sonaban los bombos, la avenida Rivadavia era territorio de pequeñas fogatas, corazón de rituales inventados a la luz del fuego y de la luna llena. Sobre Callao, se oían risas, se oían pasos, hasta el rumor de brazos que se encastran con otros podía escucharse mientras se andaba desde el Congreso y hasta Corrientes, tomándose el tiempo para leer los carteles que mujeres muy jóvenes sostenían en alto, escritos en marcador sobre cartón, en estencil sobre tela, en el cuerpo mismo: “Esta es la que soy y me tocás sólo si quiero”, “Con short o pantalón, respetame cagón”, “Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar”. La noche estaba dulce, una corriente de poder circulaba sobre el asfalto, no era posible irse porque ayer la calle era el mejor refugio, era el sitio en el que el deseo se acomodaba como una gata sobre su almohadón, reconociendo la superficie, husmeando, llegando al fin al punto justo en el cual echarse y disfrutar. Que se moje la cara después por darse cuenta de que este 3 de junio iba a ser marcado en el calendario con el mismo color violeta con el que estaba teñido el Congreso Nacional. Una marca como una cicatriz que no señala una herida sino el punto por donde circuló el alimento. Ayer fuimos testigas de ese día en el que las voces de las mujeres fueron las privilegiadas, el día en el que las víctimas se rebelaron y se quitaron como polvo caído sobre el hombro esa categoría de la que no se reniega pero a la que se ha sobrevivido y entonces quiere decir que también algo se aprendió. Voces de mujeres que circularon con más fluidez que los pasos y que tenían mucho para decir, para gritar, para cargarse de rabia y a la vez estar dispuestas al consuelo, a alojarse en otro oído como quien entrega una chispa a una arquitectura de hojas y ramas secas y enciende así la llama que quema y también abriga. Bastaba acercarse a cualquiera, bastaba esperar el momento correcto, todas tenían algo que contar, una experiencia propia, un dolor que había que quitarse como una espina o una historia cuyo relato había sobrevivido atravesando generaciones. No era compulsión, no era un coro lastimero, era la constatación de que lo que cada una tenía para decir contaba, como contaba su cuerpo, porque estaba en la calle con otros, porque lo que convocaba era la necesidad urgente de poner en valor esos mismos cuerpos, jerarquizar esas vidas y las decisiones que las construyen. Cada una contaba pero juntas, las cientas de miles, el millón que se reunió en todo el país, compartimos el poder de una ola que golpeó sobre los muros del patriarcado como un tsunami. Y haber tenido esa potencia, haber entrevisto de lo que fuimos capaces es promesa y desafío. No estamos solas, nuestras voces valen, que nadie espere que nos quedemos calladas, que no se vuelva a creer que tenemos vergúenza de decir Sí cuando queremos y No cuando no.
Ya no seremos las mismas. Los varones que estuvieron en la plaza, ayer a la tarde y hasta que la luna se instaló bien alto como si se jactara con su luz de la sombra de la noche, asistieron a esa transformación y tal vez se dejaron arrasar por ella. No hay magia en esto y puede ser que apenas se note esta mañana qué fue eso que cambió, que el acoso de un masturbador compulsivo vuelva a hundir la cabeza entre los hombros de una adolescente que no sabe cómo esconderse de la agresión y que la violencia vuelva a imprimirse en la historia de vida de tantas como sucede ahora mismo, mientras se leen estas líneas. Pero algo, de todos modos, se habrá modificado, la púa sobre el disco no hará sonar la misma canción porque ahí estará la memoria del chirrido, ese que se escuchó ayer, ese que decía basta. Basta de vidas a medias, basta de vidas juzgadas, sospechadas, recortadas. Basta dicho de mil maneras, en innumerables carteles, buscando responsables aquí o allá pero siempre convergiendo en el mismo punto: ese donde ancla la libertad de cada una, la propia autonomía, la soberanía sobre nuestros cuerpos.
No es fácil escribir mientras todavía se escuchan en la calle los últimos coros, mientras la traspiración baña los cuerpos que aun bailan en una noche de primavera en pleno otoño porque las palabras se atropellan, porque la emoción no es ajena a estas letras y el temor de que sea ese sentimiento húmedo el que empuja las palabras sienta la duda en la conciencia de la cronista. Pero igual que en la Plaza, son las conversaciones con otras las que reponen las certezas y dejan fluir a la alegría de haber estado ahí, en ese lugar como un caldero donde la alquimia fue posible y ahí donde había dolor hubo un estallido de poder, fugaz como un orgasmo, puede ser, pero así de inolvidable. Ahí querremos volver.
Desde que empezó a gestarse esta convocatoria que ayer llenó las plazas públicas de más de ochenta ciudades del país se tejieron muchas hipótesis sobre cómo sería, para qué, a quién se reclama, quién es el enemigo, cuál es la denuncia. Sobre cada una de estas cosas se pusieron palabras que podrán revisarse en documentos escritos y testimonios tomados en la vía pública. Pero lo mejor sucedió donde tenía que suceder, fue en la calle, ahí donde cada cuerpo contaba, ahí donde se opuso la resistencia de estar juntas, porque así es como sí podemos.


miércoles, 3 de junio de 2015

#NIUNAMENOS. Escritoras y escritores se expresan contra la violencia de género


Escritores como Claudia Piñeiro, Julián López, Mercedes Araujo, Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada, Hinde Pomeraniec, Alejandro Grimson, Alejandra Laurencich y Fernanda García Lao se expresaron contra el femicidio y la violencia de género e invitaron a la movilización del 3 de junio en Plaza del Congreso y en las principales ciudades argentinas, bajo la consigna "#NiUnaMenos" que se motorizó en las redes sociales.


"En 2014 hubo 277 mujeres asesinadas, la mayorí­a por sus ex parejas y muchas de ellas habían denunciado violencia", tras conocerse el femicidio de Chiara Páez este dato escalofriante recorrió las redes y se convocó a una marcha, "con pancartas con las caras y los nombres de las ví­ctimas de la violencia de género", anunciaron desde el colectivo organizador que incluye periodistas, artistas, escritores y activistas. 

Una de ellas es Hinde Pomeraniec, que el 26 de marzo también estuvo en la organización junto a otras colegas de la Maratón de lectura contra el femicidio, donde se originó la consigna "Ni una menos", en el Museo del Libro y la Lengua, en la que participaron familiares de mujeres asesinadas como Jorge Taddei, padre de Wanda y Adriana Belmonte, madre de Lola Chomnalez.

En diálogo con Télam, Pomeraniec sostuvo que "lo que viene pasando es tremendo y no cesa, no paramos de verlo, las tiran a la basura, las encuentran en el patio y comen un asado, es demencial. No sabemos si hay más o si se visibiliza más, pero es escandalosa la ola de femicidios".

"Lo que queremos -dijo- es más formación en las escuelas, que las leyes que están se cumplan y las que no están se hagan, que los presupuestos dedicados al tema no se ajusten, que haya campañas integrales para que los hombres aprendan a no atacar".

Otra de las escritoras que también participó en las acciones colectivas contra la violencia de género es Gabriela Cabezón Cámara, autora de, entre otros libros, la novela gráfica "Beya" que aborda la trata de personas.

"Una mujer cada día y medio es asesina por el mero hecho de ser mujer. O de ser nena, como en el caso de Chiara. Creemos que esta masacre es un problema social y cultural. Hay que moverse, hay que estar, hay que sentir la propia fuerza, hay que hacerla crecer y hay que usarla para presionar a los dirigentes hasta que se hagan cargo de lo que les toca. Exigimos que se aplique la Ley 26.485, sobre la violencia contra la mujer, entre otras cosas", enfatizó.

Por su parte, Almada, que en 2014 publicó "Chicas muertas" sobre tres femicidios en la Argentina durante los 80, agregó: "El femicidio de Chiara en Rufino actualiza el horror de cada dí­a. No hay que olvidar que cada 30 horas una mujer es asesinada por el simple hecho de ser mujer, a manos de un varón que conoce, en el que alguna vez depositó su confianza: pareja, ex pareja, vecino, jefe o amigo".

"Es hora de decir basta y de dejar de ver estos casos sólo por televisión, espantándonos como si le pasara a otros cuando es algo que nos pasa a todos. Los femicidas no son seres de otro planeta, son hombres y muchachos emergentes de una sociedad misógina y patriarcal como la nuestra. La familia que, como nos enseñan en la escuela 'es el núcleo de la sociedad, es la reproductora de estos patrones y nunca más claro que en el caso de Chiara", aseveró.

"Debemos exigir al Estado que declare una emergencia nacional: en nuestro paí­s están matando y desapareciendo mujeres", instó Almada.
Julián López, autor del celebrado libro "Una muchacha muy bella", coincidió con que se "decrete el estado de emergencia y se destinen recursos extraordinarios para parar la horripilante ola de asesinatos de mujeres. Urge marchar, urge exigir, urge detener la escalada de crí­menes aberrantes del machismo".

Para la narradora Alejandra Laurencich, más allá de los motivos personales para asistir a la marcha, "el gran resultado es visibilizar un problema frente a conciencias dormidas sobre una situación gravísima y sobre todo, dar conocimiento de que hay una ley sancionada hace cinco años que establece un Plan nacional de acción para la prevención, asistencia y erradicación de la violencia contra las mujeres".

Laurencich sostuvo que es necesario la aplicación y cumplimiento de esta ley, "mal que les pese a unos cuantos que siguen generando negocios, por ejemplo, testeando nalgas femeninas por televisión".

La autora de "Fuera de la jaula" y "Vagabundas", Fernanda García Lao, señaló que "hay quien prefiere no ver" esta situación y apuntó: "Qué pasa con estos hombres que se han quedado sin capacidad de palabra, de razón, insensibilizados, embrutecidos. Hombres medievales educados en familias í­dem. Que sólo pueden reaccionar al fracaso sentimental haciendo uso de la violencia más carnicera. No son casos aislados. Contemplar pasivamente es igual a ser cómplices".

Mercedes Araujo, escritora, poeta y abogada, explicó que cuando lo que está en discusión "tiene ver con matar a alguien o someterlo o violar sus derechos o por el contrario evitar el daño, prevenir y proteger estamos frente a una discusión limitada por la ley y el Estado de Derecho. Salir a la calle para decir '#NiUnaMenos' es una manera de exigir al Estado -del cual somos parte- que cumpla con sus obligaciones y de profundizar un debate que por momentos aparece repleto de confusión".

"Los códigos penales tardaron mucho tiempo en darle un tratamiento adecuado a los delitos de femicidio. Son crímenes diferenciados, en los que el género de la víctima es la causa: misoginia, odio y un conjunto de formas de violencia", explicó Araujo y agregó: "Se trata de reclamar de manera positiva y concreta, presupuesto, prevención y penalización, pero también de abandonar la omisión y la falta de atención que favorecen la impunidad".

Grimson, escritor y antropólogo, también alzó su voz: "La situación de los femicidios se ha agravado y los varones no podemos permanecer indiferentes. Hasta ahora las mujeres, diversas mujeres, han denunciado, realizado actividades y campañas. Pero por el amor de dios, esto en absoluto podrí­a ser 'una cosa de mujeres'. Si los varones no nos involucramos más activamente existe el riesgo de algo monstruoso".

Otras de las que sumó a la convocatoria para la movilización es Piñeiro, quien dijo que "la situación es de emergencia nacional y amerita que la sociedad se haga cargo del asunto. Es un llamado a todos, no solo mujeres. Lo arreglamos entre todos o no se arregla".

La autora de "Las viudas de los jueves" y "Betibú" instó a modificar "la forma de hablar, el humor, no decir en las noticias que 'mató por amor', se trata de hacernos cargo de lo que pasa, concientizar para que esta situación no sea natural. No es natural que maten a alguien y coman un asado encima. No puede haber una más. Y en esto nos tenemos que poner todos de acuerdo, no puede haber dudas".

En las redes sociales, muchas veces panóptico social, la campaña para asistir a la movilización del 3 de junio en Congreso y en todo el país se va robusteciendo. Del campo cultural Florencia Abbate, Enzo Maqueira, Lisandro Artismuño y los dibujantes Liniers y Angel Mosquito ya se expresaron, pero la lista se amplía a cada hora, con adhesiones, imágenes y palabras para que dejen de matar mujeres.



#‎NiUnaMenos‬